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José Enrique Rosendo

Chávez pide el voto para Zapatero

Ahora que Chávez se permite incluso decirle a los españoles lo que tienen que votar, so pena de las llamas del infierno, el Gobierno ya carece de justificación y debe emitir una queja formal

Hugo Chávez ha roto muchos protocolos, incluso el de no respetar la jornada de reflexión cuando su pueblo tiene que decidir si acepta una reforma constitucional que les llevará irreversiblemente hacia el socialismo castrista. Chávez, ya lo sabíamos, es amigo de Zapatero, el mismo cuyo partido también dio una rueda de prensa el día previo a las últimas elecciones. Debe ser que estas cosas aparecen en algún manual chungo de cómo aventajar con atajos y sin complejos, editado por el Gramma o así, y al que sólo tienen acceso los líderes democráticos de la izquierda universal.

Pero aunque nos maliciábamos con sobrado fundamento que el líder bolivariano es amigo confeso de nuestro presidente, con el que brinda con champán de ricos por los parias del orbe, no sabíamos sin embargo hasta qué punto ambos dirigentes estaban conectados entre sí. En su rueda de prensa particular durante la jornada de reflexión, Chávez nos ha dado la medida y se ha metido de lleno en la campaña de Zapatero amenazando con que si gana Rajoy las elecciones de marzo próximo, empresas españolas como Repsol tendrían que marcharse necesariamente de Venezuela.

Ya vimos que ni ZP ni Moratinos se levantaron con el Rey en la Cumbre Iberoamericana, y que posteriormente nuestro Gobierno no sólo no fue capaz de llamar a consultas a nuestro embajador, sino que aceptamos con una debilidad increíble el hecho de que fuera el mismo Chávez el que hablara de "congelar" las relaciones de su país con España. Ahora que Chávez se permite incluso decirle a los españoles lo que tienen que votar, so pena de las llamas del infierno, el Gobierno ya carece de justificación y debe emitir una queja formal, puesto que es intolerable la intromisión en los asuntos nacionales por parte del mandatario de otro país. Ni siquiera el nerviosismo electoral de Chávez justifica una amenaza en toda regla a las empresas españolas, sin que hagamos otra cosa que poner esa sonrisa motera de Trinidad Jiménez. Zapatero no puede hacer como Neville Chamberlain ("estos son simples calentones de Chávez"), porque ya sabemos todos cuál es el resultado de esa política de ceder ante dictadorzuelos de esta calaña.

Pero nada nos sorprende a estas alturas. La propia compañía citada directamente, Repsol, viene padeciendo desde hace años el hostigamiento por parte de Chávez sin que Zapatero haya hecho nada. Nuestra petrolera aún está en Venezuela, es cierto; pero no lo hace directamente, como antes, habida cuenta de que fue obligada a constituir una joint venture con PDVSA, la petrolera estatal venezolana, en la que ésta, al modo cubano, se quedaba por la cara con el 50% de los activos de Repsol en el país.

La realidad es que Chávez no quiere a Repsol en Venezuela gane o pierda ZP las elecciones, como tampoco la quiere en Argentina, ni en Bolivia, ni en Brasil, donde hace lo posible por quedarse con el negocio. Es simplemente cuestión de tiempo que la gente de Brufau tenga que dejar vacías sus oficinas de Caracas.

El propio tenor de la reforma de la Carta Magna sobre la que se han pronunciado el domingo los venezolanos consagra a la denominada propiedad social los yacimientos petrolíferos, y estos los deja a su vez en manos de una PDVSA cuya privatización futura se prohíbe constitucionalmente. Conviene no olvidar, en este contexto, que el petróleo constituye en realidad el pilar básico del poder de Chávez, porque por medio de PDVSA financia su aparato político y sus políticas de auxilio social (que en realidad no son otra cosa que una fórmula con la que perpetuar con dádivas el estado de pobreza de una parte importante de su población, a la que de paso anestesia) y además echa una mano a Cuba, a Bolivia, a Ecuador y a cualquier candidato populista que le ría las gracias. ¿Incluso a Llamazares? Ojo a ese dato.

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