Quizá llegó demasiado pronto, o demasiado tarde; lo que es seguro es que la España de 1931 no deseaba una República como la que se proclamó aquel 14 de abril. Por eso fracasó.

Uno de los mitos de la transición dice que el asesinato de Carrero hizo saltar el candado que ataba las cadenas del régimen franquista. Sin embargo, el magnicidio resultó inútil: Carrero se había comprometido con el príncipe Juan Carlos a dimitir cuando éste se lo pidiese.