Es imprescindible desalojar todas las plazas de España, pero también lo es hacerlo con inteligencia y proporcionalidad. De momento, ni en Madrid ni en Barcelona se ha actuado con la diligencia debida.

Se han roto todos los tópicos electorales al uso: el PP ha ganado en las zonas rurales, con poca abstención, inclinando la balanza en campaña electoral... A toda España le ha llegado una noticia: Extremadura ya no es socialista.

Unos miles de descerebrados desafían la ley y el Gobierno se hace cómplice de ellos. ¿Y cómo podría ser de otro modo si el responsable del orden público es mucho más delincuente que los descerebrados?

Nada mejor para el país que este PSOE se convierta en un elemento exótico en el decorado político, a caballo entre una presencia testimonial en las cortes y la marginalidad extraparlamentaria.

Ya no hay que escuchar las propuestas de los indignados, como dijo antes de compungirse toda ella la señora Chacón; ahora, los socialistas requieren a la policía para que utilice la porra con los acampados, como forma de comunicación no verbal.

Lo de firmar los libros tiene su interés en todos los sentidos. Dentro de unos años, fenecido el autor, el libro firmado tendrá mucho más valor. Es decir, la firma es una inversión rentable.

No existe incompatibilidad entre ganar dinero y despedir trabajadores: las ganancias son una muestra de que la empresa está haciendo un uso eficiente de sus recursos y la decisión de economizarlos aún más es señal de que pretende seguir haciéndolo.

Flexibilidad del mercado y micro-negociación laboral en el ámbito estricto de la empresa son medidas que está reclamando la economía española para salir del círculo vicioso en el que se encuentra.

A fin de cuentas, cuando un país se comporta como lo han hecho y lo están haciendo los griegos, su salida de la zona euro no supone un problema para la misma, sino más bien un alivio.

La crisis sucesoria en el PSOE a quien le está costando caro es a España. Con nuestros compromisos y misiones en el exterior desatendidas; con un presidente del Gobierno sin autoridad ni legitimidad para el Gobierno.

Todo lo anterior tendría un efecto evidente no previsto por los eurócratas: una gran cantidad de internautas terminarían dejando de lado los sitios web europeos.