El viejo dicho de que una imagen vale más que mil palabras no ha sido certero nunca, y ahora menos. La imagen puede engañar igual que las palabras. O más.
Detrás de Trump no hay una atrabiliaria pandilla de diletantes y friquis sino un equipo provisto de un pensamiento económico muy estructurado y coherente.
En algunas calles de París han empezado a aparecer carteles con la foto de Obama en la que algunos tarados piden que se convierta en el presidente de la República.
Pasarse ocho días contando 200.000 votos no es un "éxito rotundo y sin paliativos", sino una demostración de incompetencia sólo al alcance de los podemitas.
Hay que ver lo que al presidente le gusta dejar de honrar sus promesas. Y le chifla hacerlo a las bravas, a culo pajarero, que no haya duda de la pasta del sujeto.