Los tesoreros del partido, uno difunto y otro en el banquillo, iban a ver a Montull, el capataz de Félix Millet, contaban la pasta delante de sus narices y luego se lo llevaban a su caja fuerte.
Lo mejor que podía hacer Rajoy es no aparecer por el Retiro ni en plasma. Al final, se agradece una cierta discreción incluso en la cobardía y la alta traición.
Con la crisis económica aumenta la desconfianza general, especialmente hacia los que mandan. Se supone que son los responsables de las cuitas colectivas.
Que cada cual amplíe y extienda la metáfora a otros muchos asuntos nacionales, esos que se tratan de tapar con una manita de pintura, aunque huelan a perro muerto.