Los gobernantes separatistas acaban de perpetrar un golpe de Estado que no acabó a hostias por milagrito del Niño Jesús. Por lo visto, ahora toca premiarles.
Ningún dirigente político de Occidente dispone hoy, ni de lejos, de esa capacidad de control absoluto, pétreo, sobre su base sociológica que han acreditado nuestros separatistas.
Si sigue así, su probable derrota en las elecciones legislativas de este año puede no ser suficiente para que sus enemigos arruinen la segunda parte de su mandato.
España no tiene grandes recursos energéticos para explotar, pero tiene el turismo, una industria boyante capaz de generar significativos beneficios para una parte sustancial de la población.
¡Con qué frivolidad se han apresurado a ceder ante el tono conciliador del nuevo presidente del Parlamento catalán periodistas y políticos equidistantes!
Las democracias liberales occidentales deben recuperar, reivindicar y desarrollar los elementos que las hicieron grandes: la apertura, la igualdad de derechos civiles y la confianza social.