Si sigue así, su probable derrota en las elecciones legislativas de este año puede no ser suficiente para que sus enemigos arruinen la segunda parte de su mandato.
Si Puigdemont se aventurase a poner un pie fuera de Bélgica sería solo desde la certeza absoluta de que no correría riesgo alguno de ser entregado a España.
Ningún dirigente político de Occidente dispone hoy, ni de lejos, de esa capacidad de control absoluto, pétreo, sobre su base sociológica que han acreditado nuestros separatistas.
Catherine Deneuve pudiera ser una extraordinaria presidente de Francia, si se lo propusiera. Es una mujer que está por la concordia y no por la agresión, por la inteligencia y no por el oscurantismo.
Los gobernantes separatistas acaban de perpetrar un golpe de Estado que no acabó a hostias por milagrito del Niño Jesús. Por lo visto, ahora toca premiarles.
Las democracias liberales occidentales deben recuperar, reivindicar y desarrollar los elementos que las hicieron grandes: la apertura, la igualdad de derechos civiles y la confianza social.