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Ignacio Villa

Otro frente abierto

Rubalcaba por primera vez en muchos años ha salido mal herido de una batalla. Le ha cogido con el pie cambiado y ha ofrecido una imagen a medio camino entre el abatimiento y la desorientación.

Rubalcaba recordará el martes 17 de febrero como uno de los peores días de su vida política. No es fácil acudir al Congreso para defender exactamente lo contrario de lo dicho y predicado a los cuatro vientos hace no demasiados meses; pero mucho peor es no convencer a la opinión pública, tal y como le ha sucedido al actual ministro del Interior.

Rubalcaba se ha visto salpicado por una de esas polémicas ciertamente dramáticas: la de las detenciones obligadas por cupos de inmigrantes ilegales. Una polémica que viene determinada por un cambio, no explicado, de las políticas del Ejecutivo. El Gobierno de Zapatero ha pasado, como por arte de magia, del "papeles para todos" a "las expulsiones obligadas" de los ilegales. Los que alardeaban de una política progresista en inmigración y que convirtieron a España en un coladero para las grandes mafias, ahora han sacado la porra para que a nadie se le ocurra moverse. Un cambio que, en esta ocasión, tiene un componente de complicada digestión. ¿Qué hay detrás de los cupos de detenciones? ¿Se respetan los derechos constitucionales para todos? ¿Acaso estamos dividiendo a las personas en primera o segunda categoría según su origen? A ninguna de estas preguntas ha respondido el ministro del Interior.

A todo lo anterior tenemos que añadir que Rubalcaba, en poco más de 48 horas, ha mantenido tres teorías distintas sobre esta historia. Primero dijo que había cupos, pero de inmigrantes que realizaran actividades delictivas; más tarde tuvo que rectificar señalando que no había cupos, para terminar reconociendo en sede parlamentaria que estos cupos sí existen pero que el Ministerio del Interior no tiene nada que ver con ellos: todo es culpa de la Jefatura de la Policia de Madrid. Es decir, Rubalcaba hace algo tan sencillo como dejar a los pies de los caballos a todo el operativo policial cuando a nadie se le oculta que estamos ante una estructura jerárquica que, en ningún caso, actúa por libre y que obedece las ordenes de sus superiores. Y esa superioridad sólo tiene un nombre: el Ministerio del Interior.

Rubalcaba por primera vez en muchos años ha salido mal herido de una batalla. Le ha cogido con el pie cambiado y ha ofrecido una imagen a medio camino entre el abatimiento y la desorientación. En parte por el buen hacer de Rosa Díez, quien ha dejado en evidencia las políticas de inmigración del Gobierno; pero también por la incompetencia del Ministerio. Este asunto no se ha cerrado y supone un nuevo frente para el Gobierno.

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