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Henry I. Miller

No a la I+D

Lo que no parecen saber los congresistas es que hay maneras de estimular la economía reduciendo los gastos gubernamentales, en lugar de aumentarlos: eliminando el peso exagerado de regulaciones innecesarias e insensatas.

El Congreso sigue mostrando que le preocupan más las percepciones de los electores que los resultados reales de sus medidas, esto es, más las relaciones públicas que la gente. El paquete de estímulo económico no sólo está repleto de favores políticos y subsidios, sino que perjudicará a las grandes y pequeñas empresas. Las innovaciones en el campo de la medicina serán de las más damnificadas.

Así, se destinan 1.100 millones de dólares a evaluar y comparar los riesgos y beneficios de diferentes servicios y tratamientos médicos, de manera que los pacientes no reciban las medicinas y los procedimientos más costosos. Esa es una manera de racionarlos, imitando al sistema británico que utiliza "expertos" para determinar la eficacia del gasto y si el Gobierno pagará o no por el tratamiento. Este es un nuevo golpe contra los fabricantes de medicinas y dispositivos médicos que vienen sufriendo de excesivas e imprudentes regulaciones.

Lo que no parecen saber los congresistas es que hay maneras de estimular la economía reduciendo los gastos gubernamentales, en lugar de aumentarlos: eliminando el peso exagerado de regulaciones innecesarias, insensatas y que más bien reprimen a ciertos sectores de la economía. Algunas regulaciones benefician a la sociedad y a los contribuyentes, mientras que otras son no sólo costosas sino dañinas.

Por ejemplo, las etiquetas sobre nutrición en las carnes y pollos generan unos beneficios de 1.750 millones de dólares con un coste de 245 millones, pero las normas de viento en la construcción de viviendas aportan un beneficio de 79 millones, pero cuestan 511; o la norma de doble casco para las embarcaciones proporciona un beneficio de 15 millones con un coste de 641.

Peor aún son aquellas regulaciones que confieren cierto beneficio, pero que al mismo tiempo coartan la investigación y el desarrollo de importantes sectores industriales. Once sociedades científicas, en representación de 80.000 biólogos y profesionales de la alimentación, publicaron un informe muy crítico de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), la cual considera que lo "nuevo" es sinónimo de "riesgo". Hoy existe un consenso científico sobre los grandes beneficios obtenidos con cambios genéticos en la agricultura, mediante los cuales se aumentan las cosechas y se reduce la necesidad de abonos químicos y pesticidas, pero se siguen exigiendo larguísimas y costosas revisiones y permisos oficiales.

Se fundarían muchas nuevas empresas y se crearían muchos nuevos puestos de trabajo y nuevos productos si las regulaciones gubernamentales fueran más científicas y menos onerosas.

John Graham, decano de la Escuela de Asuntos Públicos y Ambientales de la Universidad de Indiana, habló sin rodeos acerca de la necesidad de tener regulaciones gubernamentales más racionales:

Solidez científica significa salvar el mayor número de vidas y alcanzar la mayor protección ambiental con nuestros escasos presupuestos. Sin solidez científica, estamos ocasionando asesinatos estadísticos, malgastando nuestros recursos en riesgos ficticios, mientras las familias siguen sufriendo los riesgos reales.

Parte de la estrategia para salir de una fuerte recesión debe pasar por permitir que las innovaciones produzcan nueva riqueza, pero eso solamente lo lograremos si los recursos de la sociedad son guiados por principios científicos solventes que conducen efectivamente a una mayor eficiencia.

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