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José García Domínguez

El retorno de los jenízaros

Al final, sólo Ciudadanos se aprestaría a defender en el Parlament al Defensor del Pueblo frente al Partido Único Nacionalista escoltado por la guardia jenízara del PP.

Que tres de los siete recursos presentados ante el Constitucional contra el Estatut procedan de instituciones bajo control socialista es, a día de hoy, la única garantía de que alguna sentencia habrá sobre el asunto. Incluso antes de la próxima glaciación, aunque el augurio suene algo precipitado. Y es que, al margen de los promovidos por los gobiernos de Aragón y Baleares, el presentado por el Defensor del Pueblo señala las mismas máculas de ilegalidad indicadas por aquel difunto PP de Aznar. Exactamente las mismas. Idénticas.

En el fondo, como en el muy comentado caso de san Agustín ("Yo soy dos y estoy en cada uno de los dos por completo"), ambos recursos, el de Múgica y el que firmó Trillo, en puridad, resultan ser uno y el mismo. Precavida redundancia leguleya que haría ocioso cualquier conato de envainársela que pudiera al actual Partido P'auydar. Nada improbables tentaciones de convertirse en alegres aliados de sus sepultureros, como ésa a la que se acaba de rendir Alicia Rajoy Brey o Mariano Sánchez Camacho, que tanto monta. No otro ha sido el extraño compañero de cama con que ha contado el Tripartito con tal de expulsar al Defensor del Pueblo (español) de Cataluña.

El enésimo acto de insubordinación por su parte, pero primero en el que han contado con la complicidad de la gente de Rajoy. Así, defenestrados tanto Daniel Sirera y Carina Mejías como cualquier remota esperanza de regeneración en el PPC, el célebre camarada Vendrell, aquel sórdido capataz criptonacionalista siempre en nómina del mejor postor, ha vuelto por sus fueros. Precisamente él ha sido el designado a fin de pregonar la complicidad de Génova con la demolición de ese pilar constitucional en Cataluña.

Felizmente rehabilitado con todos los honores, como en un remake de La noche de los muertos vivientes, Vendrell se recreó en la exposición del rechazo a la enmienda de C's contra la Ley del Síndic de Greuges, el sucedáneo doméstico –y por ende domesticado– llamado a okupar las competencias de aquella figura constitucional. Al final, sólo Ciudadanos se aprestaría a defender en el Parlament al Defensor frente al Partido Único Nacionalista escoltado por la guardia jenízara del PP.

Y aún no hemos visto nada.

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