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Cristina Losada

La pieza sacrificada

Que dos de los suyos encarnen La Escopeta Nacional no es un trago fácil. Bermejo y Garzón han dado la imagen que un progrerío adicto al cliché atribuye a la derecha rancia. Y tal confusión de papeles no podía salir gratis.

La cacería ha acabado con el ministro cazador. Ni el carnaval puede disfrazar con otro traje su caída en desgracia. Una caída excepcional, pues se trata de la primera vez que el Gobierno ha obligado a dimitir a un ministro metido en la charca, y no precisamente a uno cualquiera. El hombre que veía el mundo en colores, coño, pero adoraba el rojo, aunque se criara en el azul o por eso mismo, era el elegido. El seleccionado para pilotar un "proyecto", que es el término que repetía en la desordenada explicación de su mutis por el foro. Por el foro y por la foto, que sin foto no había mutis.

Bermejo era el comisario político del proyecto socialista para la Justicia, sinónimo del proyecto para controlar a la Justicia desde el PSOE. Aún más, sí. Había demostrado que estaba a la altura de la baja tarea y era, además, el gran favorito de la militancia socialista para el espectáculo de los mítines, lo que dice mucho de la cultura política de la militancia. Tanto dice, por lo menos, como lo que dijo de los diputados socialistas el fervor con que le jalearon cuando hace seis días comparecía en el Congreso para asegurar, con aire de perdonavidas, que no dimitía. No dimito, no, ¿qué pasa? Y el presidente del Gobierno, aunque ausente de la fiesta, se burlaba de la oposición por reclamar que dimitiera. A los seis días cambió el tiempo.

Ha debido de soplar, y huracanado, el viento de las encuestas, que son brújula principal para orientar los gestos del Gobierno. Tuvo que hablar el oráculo y aconsejar en los tonos más perentorios que se sacrificara esa pieza, que no era un simple peón, aunque simple fuera. A siete días de dos elecciones, con sondeos que no pronostican triunfos arrolladores, ni siquiera Zapatero se puede permitir hacer oídos sordos a la alarma y mantener su norma de conducta hasta el momento. Pues la alarma ha sonado, ay, por la izquierda, en los pastos donde el socialismo gobernante encuentra su alimento.

No molestará en esos predios que el ministro de Justicia y el juez prosocialista de guardia planifiquen juntos una operación oportunamente fechada para perjudicar al adversario. La separación de poderes, la independencia judicial, el cumplimiento de la ley no concitan respeto e interés en el grueso de la izquierda española, según se ha venido comprobando. En cambio, tiene ahí gran arraigo la noción de que el fin (atacar y acabar, si es posible, con el rival) siempre justifica los medios. Ahora bien, que dos de los suyos encarnenLa Escopeta Nacionalno es un trago fácil. Bermejo y Garzón han dado la imagen que unprogreríoadicto al cliché atribuye a la derecha rancia. Y tal confusión de papeles, tal ruptura de esquemas muy queridos, no podía salir gratis. El resbalón estético, que no el ético, ha perdido al ministrorojo.

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