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Fernando Herrera

¡Qué risa con los ingleses!

Albricias, qué gran trabajo: tras 25 años de mercado abierto y compañía privada, volvemos a la compañía pública y al monopolio de acceso. No me digan que no es para desternillase, aunque sea un poquito.

La semana pasada se publicó una noticia en The Guardian que mueve a la hilaridad, a bastante risa, aunque sólo para iniciados. Como la diversión no ha de ser privilegio de nadie, me propongo en estas líneas extender el privilegio del cachondeo a todo lector, aunque no conozca la historia de la regulación de las telecomunicaciones.

La noticia en cuestión se refería a la posible re-nacionalización del operador británico de bandera, BT, en otro tiempo, British Telecom. Al parecer, el Gobierno inglés baraja dicha posibilidad para afrontar determinadas contingencias, que, éstas sí, carecen de gracia, pues se refieren a los planes de pensiones de los empleados de la compañía.

La diversión tiene que ver con que Reino Unido fue en su momento el ejemplo de mercado liberalizado de telecomunicaciones para el resto de países europeos. De hecho, dicha liberalización se produjo en 1984, catorce años antes que en los primeros países del resto de Europa, incluida España.

A cuenta de esa renta histórica, el regulador británico, inefable OFCOM, se ha pasado muchos años dando sopas con onda a los restantes reguladores, que miran cual si de las nuevas tablas de la verdad se tratara cualquier informe emitido por el primero. "Esto lo ha dicho OFCOM, así que cuidadín".

Tantos años de ventaja hay que mantenerlos como sea, y por ello en el mercado británico se han producido cosas con las que sólo soñaban los reguladores del resto de países. Por ejemplo, BT es el único operador nacional que, en su momento, decidió desprenderse de su unidad de telefonía móvil. (O2, ahora en manos de Telefónica).

Mejor aún, BT fue pionero en "acceder" a separarse funcionalmente, una cosa que la Comisión Europea y demás reguladores pretenden poder hacer a todos los operadores grandes. Esta separación funcional, por cierto, consiste en un eufemismo para "expropiación" de la red de acceso, la última milla para llegar al cliente, que es la clave del negocio de telecomunicaciones.

Así que de éxito en éxito hasta el desastre final. Cada brillante idea del regulador inglés ha necesitado de sucesivas ideas brillantes para mejorar la regulación, y así hasta llevar al riesgo inminente de nacionalización de la compañía. Albricias, qué gran trabajo: tras 25 años de mercado abierto y compañía privada, volvemos a la compañía pública y al monopolio de acceso. No me digan que no es para desternillase, aunque sea un poquito.

Ahora, como sabemos, lágrimas y risas están muy próximas. Porque lo que ya no es tan divertido (o a lo mejor lo es más, no sé) es que OFCOM y el Reino Unido siguen siendo la referencia para los reguladores europeos y, sobre todo, para la Comisión Europea en sus propuestas para telecomunicaciones. Cuando hagan sus absurdas propuestas, nadie les mandará que se callen entre carcajadas. Así que estas espléndidas ideas, que están a punto de culminar en el fracaso más radical, son las que nos esperan para el resto de países.

En fin, aprovechemos nosotros para carcajearnos ahora.

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