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EDITORIAL

... y el drama vasco

Hemos pasado del frente común constitucional escenificado en el acto conjunto celebrado en San Sebastián por PP y PSOE a la indefinición y la ambigüedad calculadas. Cientos de miles de vascos ignoran lo que sus políticos harán con sus votos.

Por novena vez desde 1980, los vascos votan para elegir a sus representantes en el parlamento bajo la amenaza de ETA y su entorno. Una vez más miles de habitantes de esta Comunidad Autónoma, especialmente en algunas comarcas de Guipúzcoa, verán su derecho al sufragio libre y secreto violado por las coacción de los proetarras, ejercida este año a través de la plataforma Democracia 3 millones y su campaña a favor de la abstención. Tras 30 años de democracia todavía hay españoles para los cuales votar constituye un acto de valentía y heroicidad, una anomalía que desmiente la impresión de calma que intenta transmitir el Gobierno vasco.

Si bien la ausencia de partidos abiertamente afines a la banda terrorista en estas elecciones es una buena noticia, la presión que todavía ejercen quienes simpatizan con ella sobre una población civil indefensa es el mejor ejemplo del fraude y la impostura de los nacionalistas al pueblo que dicen defender.

Por otra parte, las buenas expectativas de voto para el PSE liderado por Patxi López abren la posibilidad a un cambio en el partido de Gobierno, aunque no se sabe si los socialistas, que dependen de los votos del PNV para sacar adelante sus iniciativas en el Congreso de los Diputados, se atreverán a disputarle el puesto a Ibarreche. Incluso en el caso de que lo hagan, es más que dudoso que estén dispuestos a cambiar la política de los nacionalistas. La ruptura de la alianza constitucional formada en 2001 por Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros, la adopción por parte de los socialistas de buena parte de la retórica nacionalista y las nefastas experiencias del tripartido catalán y el bipartido gallego no hacen augurar nada bueno a este respecto.

En menos de ocho años, hemos pasado del frente común constitucional escenificado en el acto conjunto celebrado en San Sebastián por PP y PSOE a la indefinición y la ambigüedad calculada. Cientos de miles de vascos ignoran lo que sus políticos harán con sus votos. Y lo que es peor, a quién beneficiarán realmente con su apoyo. Entre estos dos momentos, el PSE ha oscilado entre la negociación con ETA y la aceptación de la falacia de la autodeterminación al apoyo al PNV en el parlamento de Guernica y las Juntas Generales de Álava. Por tanto, no parece que estos antecedentes justifiquen lo que algunos anuncian como el fin del nacionalismo en el Gobierno del País Vasco.

Falta de libertad a la hora de acudir a las urnas y de alternativa real al monopolio nacionalista, estos son los dos elementos que componen el drama vasco protagonizado por las tragedias de todos aquellos que en las tres últimas décadas han caído asesinados por ETA y a día de hoy siguen abandonando su tierra por miedo al nacionalismo. En esta campaña, los candidatos de los partidos vascos con posibilidades de ganar han hablado de muchas cosas. Sin embargo, no sabemos qué planes tienen para terminar con la situación de anormalidad que aflige su región. Por desgracia, los votantes tampoco.

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