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David Jiménez Torres

Leyenda Negra

A pesar de no querer caer en el victimismo quejumbroso y paleto tan típicamente español, diría que el estudio de España en el mundo anglosajón sigue determinado por un cierto orientalismo donde los domadores de tigres son gitanos románticos.

Hace un par de días mi directora de tesis nos habló de Hildegart Rodríguez, la niña prodigio / proyecto de eugenesia feminista de principios del siglo XX. Concluyó la historia con un "there you go, Spain as you’ve never experienced it before" (algo así como "la España que no conocíais"). Por lo visto, el que una niña española de familia bien pudiera tener estudios en los mismos años en que a las mujeres les daban el voto en Estados Unidos y que Virginia Woolf escribía sus novelas era algo que debía resultar sorprendente para los estudiantes ingleses. Me acordé en ese instante de una compañera mexicana que está haciendo su tesis doctoral sobre la derecha española del XIX; ella me había comentado días antes que los estudiantes de licenciatura a los que supervisaba sólo querían hablar de la Inquisición, de Franco, de Lorca y de la opresión de la mujer en el XIX.

La cuestión que plantean estos dos comentarios es el papel que desempeña en el mundo académico anglosajón la leyenda negra española, tanto la que nos pintaba como un país de fanáticos católicos genocidas en el XVI como la que nos pinta como un país de campesinos analfabetos y burgueses antifeministas y prefascistas en el XIX y el XX. Es innegable que les debemos muchísimo a los hispanistas anglosajones que han dedicado sus vidas al estudio de nuestra historia y nuestra cultura; las aportaciones de Stanley G. Payne, John Rutherford, Stephen Gilman, Burnett Bolloten, E. Inman Fox y muchísimos más han marcado la manera en que los españoles entendemos nuestra nación. Esto sin contar con el papel que han desempeñado las instituciones anglosajonas a la hora de "recoger" a nuestros eruditos y ayudarles a desarrollar sus labores investigadoras, caso de Madariaga o de Sobejano. Pero a pesar del debido reconocimiento de estas aportaciones (que, repito, nunca podremos agradecer bastante) la pregunta sigue en pie: ¿por qué se acercan los estudiosos anglosajones a España? Y sobre todo, ¿cuál es su actitud ante la leyenda negra? ¿Quieren refutarla o quieren confirmarla?

A mí no me parece una coincidencia que en mi curso de Máster sólo haya dos módulos dedicados a España: "Género y Sexualidad" y "Autoridad y Texto". Y a pesar de no querer caer en el victimismo quejumbroso y paleto tan típicamente español, diría que si bien existen esfuerzos impresionantes para descubrir la verdad histórica y cultural que se oculta tras la leyenda negra (véanse los estudios de Kamen sobre la Inquisición o los de Payne sobre la Guerra Civil), el estudio de España en el mundo anglosajón sigue determinado por un cierto orientalismo donde los domadores de tigres son gitanos románticos, los emperadores matusalénicos son generales bigotudos y las viudas quemadas en las piras fúnebres son las hijas de Bernarda Alba. Esto se ve reflejado sobre todo al nivel de la licenciatura, donde los estudiantes buscan en España un mundo maniqueísta en que los hombres son muy malos y muy opresores y muy "conservadores" (esa palabra tan sucia en el vocabulario académico anglosajón), las mujeres son muy buenas y muy oprimidas y muy deseosas de libertad y a los pocos héroes pro-feministas y liberales se los reparten las piras de la Inquisición y los fusilamientos de posguerra. La Guerra de Independencia atrae a pocos; Riego o la Gloriosa, a menos; la etapa constitucional, sólo a los que quieren estudiar a Cataluña y Goytisolo. Hace un par de meses publicamos en una revista en la que colaboro un artículo (bastante bueno en general) que tildaba "La Casa de Bernarda Alba" de "presagio irónico del régimen opresivo franquista". Supongo que por esto se identifican los estudiantes anglosajones con Lorca: él, como ellos, sólo quería escribir sobre el franquismo.

La tesis de mi compañera mejicana es que este acercamiento simplista al mundo español es una forma de reforzar la propia superioridad anglosajona; una versión moderna de los viajes turísticos que hacían los señoritos ingleses a la bárbara campiña española. Yo tiendo a darle la razón, aunque por otra parte pienso que podríamos estar peor: a nosotros nos representaVicky, Cristina, Barcelona; a los latinoamericanos les representa la última película de James Bond. Pero luego me pregunto el papel que hemos tenido los españoles a la hora de popularizar nuestra leyenda negra contemporánea y el tema me hace menos gracia.

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