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EDITORIAL

El abrazo de Otegi

Es probable que el cambio en el partido de Gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca provoque un acercamiento entre las distintas familias nacionalistas y el reforzamiento de la franja innombrable.

Mientras el PSE y el PP vasco ultiman un pacto de legislatura que asegure la elección de Patxi López como lehendakari y una serie de reformas en materias de seguridad, educación y cultura, el sábado el nacionalismo vasco escenificó un acto de hermanamiento con ocasión del fallecimiento del dirigente peneuvista Gorka Aguirre, uno de los artífices del Pacto de Estella entre su partido y ETA.

La trayectoria de Aguirre como el puente entre el PNV y los terroristas se inició en la década de 1970 en Francia, donde trabó amistad con varios etarras, y culminó en 1998, cuando logró la soñada unidad de acción entre el PNV y ETA durante la penúltima tregua trampa de la banda criminal. Su labor a favor de la colaboración de las dos ramas de la familia aranista, analizada en obras como El árbol y las nueces de Carmen Gurruchaga e Isabel San Sebastián, es la prueba fehaciente de la falsa distinción entre un nacionalismo moderado y democrático y otro radical y violento.

Así, entre las últimas tareas llevadas a cabo por Aguirre en pro de la comunión nacionalista figura la connivencia con el entramado de extorsión de ETA. Según un informe de la policía de 2004, el dirigente peneuvista podría haber actuado como correo de Joseba Elosua, responsable de la recaudación del mal llamado impuesto revolucionario. Además, las fuerzas de seguridad del Estado grabaron varias conversaciones en las que el etarra instaba a su amigo a "pegar fuerte" en el asunto de las extorsiones.

El fallecimiento de este personaje histórico del PNV deja a este partido sin una de las figuras clave en su entendimiento con ETA en un momento especialmente duro para el nacionalismo vasco. Probablemente sea esta la razón de que su capilla ardiente se haya convertido en punto de reunión de los principales dirigentes proetarras, fundidos en cálidos abrazos con Juan José Ibarretxe y otros líderes peneuvistas.

"Un abertzale íntegro y honesto" y "un amigo", así definió el viernes Arnaldo Otegi a Aguirre, a quien a buen seguro debe unos cuantos favores. Asimismo, el dirigente de HB lamentó que el PNV pase a la oposición, animó al trabajo común de todos los nacionalistas y ofreció al Gobierno de España una nueva negociación con los terroristas.

Así las cosas, es probable que el cambio en el partido de Gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca provoque un acercamiento entre las distintas familias nacionalistas y el reforzamiento de la franja innombrable, esa línea difusa de colaboración e impunidad entre numerosos militantes del PNV y miembros de ETA descrita por Iñaki Ezkerra en Estado de excepción, a fin de resistir los cambios fruto del acuerdo entre socialistas y populares. De la valentía de Patxi López, que hasta hace bien poco se había caracterizado por una postura pusilánime frente al nacionalismo y la honradez de Antonio Basagoiti, a quien cabe exigir al PSE el cumplimiento de sus compromisos, depende la viabilidad de un proyecto que podría dar al traste con el delirio totalitario representado por el fallecido y sus camaradas.

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