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Francisco Capella

Socialmemocracia

¿Quién decide cuánto mercado nos van a permitir? ¿Nuestros bien amados dirigentes? ¿Esos que no saben vivir fuera de las ubres estatales que a ellos sí que les son tan necesarias?

Jordi Sevilla quiere refundar la socialdemocracia, pero dada su escasez de luces (que él pretende largas) sólo puede aspirar a una memocracia antisocial, justo lo que ya tenemos ahora. Esto es, los más ineptos e inmorales en lo más alto del poder parasitando a los productivos y escurriendo el bulto descaradamente ante todos los problemas generados por ellos mismos, nuestros ilustrísimos gobernantes, y culpando al chivo expiatorio del mercado libre, es decir al proceso y los resultados de decisiones voluntarias descentralizadas de millones de personas (que en realidad no existe más que como una sombra distorsionada por el intervencionismo).

Asegura que la actual crisis "es por la actuación egoísta de unos empresarios desaprensivos aupados por una ideología desrreguladora (sic), antiestatal y a favor del mercado libre. Hemos tenido que sufrir los efectos salvajes de un sistema capitalista que mantiene una fatal atracción sistémica por las crisis recurrentes".

Les cuesta tanto desregular que ni siquiera saben escribirlo bien. Y no suelen ofrecer muchos ejemplos concretos de esas presuntas desregulaciones, tal vez porque no existen pero conviene repetir la memez para que el populacho votante progre crea que haberlas haylas y además son temibles: los empresarios son egoístas (¿los políticos, funcionarios y sindicalistas no?), el capitalismo es salvaje y la atracción es fatal, como en las películas de terror, y con el mismo nivel de estupidez adolescente.

Sigue lanzado la lumbrera de la economía zapateril: "Cuando ha fallado la lógica del máximo beneficio privado a corto plazo, sin responsabilidad social, sin perspectivas de sostenibilidad, sin nada que pusiera freno al pelotazo individual, la solución hay que buscarla en actualizar el clásico principio socialdemócrata de tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario". Se le olvida, o no le llega para entender, que el liberalismo consiste en derechos de propiedad y cumplimiento de los contratos. El beneficio se intenta máximo y cuanto antes a base de servir como productores especializados a los demás que son consumidores generalistas (y nunca a costa de otros como en la redistribución de riqueza típica de la socialdemocracia): ¿es acaso mejor no maximizar esos beneficios o retrasarlos? La responsabilidad en sociedad significa hacerse cargo de los daños que uno pueda causar a los demás (algo que jamás se verá hacer a un político socialista, y perdón por la reiteración), y no en convertirse en mulo de carga de hordas de parásitos dependientes. La insostenibilidad a la que se refiere, ¿es la provocada por la manipulación de los tipos de interés por los bancos centrales? ¿O la del fraude piramidal que es la seguridad social? Va a ser que no a ambas preguntas. ¿Y quién decide cuánto mercado nos van a permitir? ¿Nuestros bien amados dirigentes? ¿Esos que no saben vivir fuera de las ubres estatales que a ellos sí que les son tan necesarias?

Y sigue recordando "el fracaso que ha supuesto tres décadas en las que ha sido el mercado quien ha estado al mando con el resultado demostrado de ineficiencia, crisis, e inmoralidad". ¿Ha estado al mando el mercado? ¿De verdad? Algo tan bonito y no nos hemos enterado... Pero... ¿en el mercado se dan órdenes? ¿Hay coacción como la de la legislación estatal? Si los políticos no mandaban nada en todo este tiempo, ¿por qué tanto ardor electoral por alcanzar el poder?

Como no puede parar en su ataque de verborrea insiste en "la constatación del fracaso de la autorregulación privada y la necesaria intervención pública en actividades sensibles con graves repercusiones sobre el conjunto del sistema". ¿Autorregulación privada? ¿Se refiere a las cajas de ahorro supervisadas por el Banco de España? Seguro que sí.

Sevilla es una máquina de producción de bobadas: "Si algo es demasiado grande para caer, la responsabilidad social exige no dejar sus decisiones en manos exclusivas de sus gestores y accionistas, que juegan la ventaja de que ante dificultades serias reciben la ayuda pública". Si algo es demasiado grande para caer, no debería existir, y en una sociedad libre no existiría; pero los políticos prefieren mantenerlo precisamente para intervenirlo con la excusa de que no se lo puede dejar solo. Además de aprender a analizar alternativas, a Sevilla le convendría leer lo que él mismo escribe (¿o sólo lo firma?) para no comerse palabras.

Con genios como éste al mando difícilmente se va a conseguir "devolver la confianza a los ciudadanos en su sistema económico". Pero tienen el morro de pretender que es cosa suya.

En Libre Mercado

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