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Michelle Malkin

Rentabilizando la hipocresía

Escuche esto: el banco favorito de Maxine Waters también fue penalizado por sobresueldos a sus directivos. ¿Quién está cansado de los corruptos demócratas expertos en extorsión que intentan aleccionar a los demás sobre prácticas morales?

En una movida audiencia de la Cámara en febrero, la representante demócrata por California, Maxine Waters, perdió los papeles delante de los principales directivos de la banca. "¡Levanten la mano!, ¡Levanten la mano!", chillaba a los altos ejecutivos mientras les criticaba por sus prácticas empresariales y por la gestión del dinero federal. Dirigiéndose despectivamente a ellos como "los amos del universo", se negó a llamarlos por su nombre ("¡Tú, Citigroup!") y los fusiló dialécticamente por su codicia. Les decía: "Durante toda mi vida política he estado en desacuerdo con las actividades bancarias y sobre todo con la comunidad financiera, porque sus negocios no revierten en interés de la gente a la que dicen servir".

Como en seguida comprobará, sin embargo, la éticamente interesada Walters tiene su propia definición de qué significa servir "al interés" de la gente. Mientras inicia una cruzada contra los secuaces del pseudocapitalismo, ella resulta ser una de sus beneficiarias y defensoras más hipócritas. Waters se ha ganado el título de la congresista izquierdista "más corrupta" para los Ciudadanos por la Transparencia y la Ética en Washington.

Los directivos de la banca se sentaron dócilmente durante el discurso de Waters. Pero mientras echaba bilis por la boca, el presidente del Comité de Servicios Financieros de la Cámara, Barney Frank, la llamó al orden. Fue inútil. Su boca seguía en marcha como si le hubiesen dado cuerda.

"¡La banca subió los tipos de interés de las tarjetas de crédito después de recibir dinero federal!", clamaba. Golpeando sus puños sobre la mesa, se desgañitaba contra sus políticas de renegociación de las deudas con sus clientes. "¡Os habéis forrado con el rescate público!". Finalmente, un colega demócrata tuvo que poner fin a su diatriba: "Tranquilízate o el presidente te va a penalizar".

Avancemos un mes. El Wall Street Journal informaba a mediados de marzo de que la impecable Waters tenía participaciones personales y financieras en OneUnited, una entidad privada minoritaria que recibió 12 millones de dólares del rescate público bajo circunstancias poco claras. Su marido, Sidney Williams, era inversor de uno de los bancos que se fusionó con OneUnited, de modo que la pareja se ha beneficiado considerablemente. Decía el Journal:

Las declaraciones de bienes de Waters muestran que adquirió acciones de OneUnited por valor de entre 250.000 y 500.000 dólares en marzo de 2004, al igual que su marido, quien accedió a la Junta ese año. Pese a que los dos vendieron sus acciones en septiembre de 2004, el señor Williams siguió teniendo porcentajes variados de las acciones de la empresa. En la declaración de bienes más reciente de Waters, fechada en mayo de 2008, se informaba de que su marido tenía entre 250.000 y 500.000 dólares en el banco. Williams también recibía intereses por un paquete de acciones adicional en el banco de una cuantía similar. El marido de Waters abandonó la dirección del banco la pasada primavera, de modo que ya no podemos saber si todavía posee esas acciones.

Waters (junto a Frank) presionó directamente para que un trozo del pastel de rescate público llegara a OneUnited. Se puso en contacto en diciembre de 2008 con el Tesoro solicitando 50 millones de dólares para la empresa (ocultando sus vínculos con ella). El Gobierno acabó escupiendo de mala gana 12 millones de dólares a pesar de que en octubre el banco había sido amonestado por "operar sin cumplir con los mínimos estándares crediticios y por tomar parte en prácticas especulativas".

Ah, y escuche esto: el banco favorito de Maxine también fue penalizado por sobresueldos a sus directivos. La agencia pública del ramo le exigió vender todos los automóviles que había adquirido para los directivos (el consejero delegado de OneUnited, Kevin Cohee, se paseaba con un todoterreno de lujo de la marca Porsche) y que dejara de pagar la hipoteca de una casa de seis millones de dólares en primera línea de playa para la esposa de Cohee. Éste sólo puedo defenderse de esta investigación acusando a los periodistas de –sí, lo han adivinado– "racismo".

Llegados a esto, ¿quién está cansado de los corruptos demócratas expertos en extorsión que intentan aleccionar a los demás sobre prácticas morales? ¡Levanten la mano! ¡Levanten la mano!

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