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EDITORIAL

Zapatero vuelve a la pancarta

Rodríguez Zapatero retrasa la manillas de su reloj con mensajes más propios de Largo Caballero, el Lenín español, que de un político democrático.

Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno de la democracia que más y más rápido está alejando a España no sólo de Europa, sino también de Occidente, inauguró ayer la precampaña electoral de las Europeas con un discurso incendiario que nos recordó a los peores tiempos de su etapa pancartera.

Con motivo de la aprobación de la lista del PSOE al Parlamento Europeo, encabezada por Juan Fernando López Aguilar y en la que figuran veteranos como Ramón Jáuregui y Ramón Obiols además de Magdalena Álvarez y Carmen Romero, ex mujer de Felipe González, Zapatero ha recuperado su retórica más radical. Apelando a la memoria de los españoles, el líder socialista ha acusado al candidato popular, Jaime Mayor Oreja, de haber sido una de las personas que más nos alejó del corazón de Europa y a la ideología liberal de haber erigido un "segundo Muro de Berlín" que la crisis y él mismo están derribando.

En un tono apocalíptico, Zapatero, que ha aprovechado para justificar su alianza parlamentaria con los separatistas catalanes y gallegos en la España plural y diversa, ha culpado a los liberales, al ex presidente Bush y a Aznar, de haber desencadenado un proceso "enormemente destructivo para el ser humano y la naturaleza" y de ser los culpables de todos los males que afligen al mundo. Frente a ellos, propone un cambio de dimensión planetaria consistente en el fin de la especulación mercantil. Con una retórica incendiaria a medio camino entre El Capital y Hugo Chávez, el presidente del Gobierno ha amalgamado derecha y populismo y ha reivindicado la equidad y la justicia. Fernando López Aguilar, en su primera intervención pública como candidato socialista a la cámara europea, se ha revelado como un ferviente antiamericano y ha abogado por "una nueva gobernanza económica global" al margen de los EE.UU.

Tras una semana marcada por los despropósitos de un Gobierno de todos contra todos y la seria advertencia del Banco de España sobre los nefastas consecuencias de la crisis económica para el sistema público de pensiones, Rodríguez Zapatero retrasa la manillas de su reloj con mensajes más propios de Largo Caballero, el Lenín español, que de un político democrático. Los socialistas, abrumados por el desprestigio de unas siglas que la inmensa mayoría de los españoles vincula al paro y a la corrupción, han decidido destapar el tarro de las fétidas esencias anti-sistema y plantean estas elecciones en términos de una delirante lucha dialéctica entre un presunto mal absoluto que amenaza la propia supervivencia de la humanidad y la promesa de una revolución mundial liderada por ellos.

Sin embargo, este discurso mendaz que en otras ocasiones les reportó beneficios se estrella contra una realidad que no hace sino desmentir sus afirmaciones. Reducción del desempleo y de la disparidad de renta entre España y la UE, rescate de un sistema de pensiones en quiebra y éxito en la lucha contra el terrorismo gracias a la cooperación con Francia y otros países europeos son los principales logros de los gobiernos de los que Mayor Oreja formó parte. Pretender enterrar estos aciertos bajo una riada de cólera evidencia la ínfima talla moral e intelectual de un político desesperado capaz de cualquier cosa con tal de no perder el poder. Esta vez el tiro podría salirle por la culata.

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