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López ez

La actitud de López ha sido inaudita, y hubiese sido motivo suficiente para que los diputados populares vascos se levantaran de sus escaños y abandonaran a un lehendakari que insulta la memoria de su partido mientras le pide el voto.

La jornada de investidura en el Parlamento de Vitoria no ha traído nada nuevo respecto a lo que López lleva repitiendo desde que es secretario general del PSE. Si alguien creía que había cambiado, forzado por la dependencia parlamentaria del PP, el discurso de los socialistas vascos de los últimos años, la realidad lo ha desmentido. En su discurso, muy formal, la lucha contra ETA y la normalización ideológica y cultural vasca han tenido un lugar más, entre el desarrollo sostenible y el cambio climático y la crisis económica, que le ha ocupado mayor espacio. Si bien se puede justificar por la solemnidad del texto, los partidarios de una alternativa clara podían sentirse insatisfechos ya desde su primera intervención. El resto, tendrían que esperar.

Después, en el debate, han saltado las alarmas. Han salido los tics más preocupantes de su discurso en el pasado. En primer lugar, una abstracta llamada al consenso social en el que entren "todos", sin querer especificar quienes son esos todos (durante los últimos años ese "todos" incluía a ETA/Batasuna). En segundo, ha repetido constantes llamadas a la colaboración con el nacionalismo, con concesiones culturales y sociales que iban más allá de la cortesía y que suponían un desprecio mayúsculo al PP. En tercer lugar –y sobre todo– no cabe duda de que transitará por una senda distinta a la de otros izquierdistas vascos como Rosa Díez o Redondo Terreros. Ha rechazado explícitamente el espíritu de 2001, que era la encarnación electoral e institucional del "espíritu de Ermua", un espíritu de derrota total de ETA y de combate ideológico contra la hegemonía nacionalista.

Entonces, tras el crimen de Miguel Ángel Blanco, se produjo la unidad de acción estratégica entre todo el nacionalismo vasco, desde PNV a ETA. En 1998, el PSE de Nicolás Redondo salió del Gobierno vasco –donde tenía tres consejerías– por los tratos del PNV con Batasuna. A continuación vinieron el Pacto de Lizarra, el apoyo del Gobierno de Ibarretxe en Euskal Herritarrok, la salida de ésta del Parlamento vasco y la convocatoria de elecciones en el año 2001, en medio de un proceso prerrevolucionario de escisión impulsado desde Ajuria Enea. 

La violenta deriva radical del PNV provocó la unidad de PSE y PP en esas elecciones, en un intento de descabalgar el proyecto nacionalista para sustituirlo por uno constitucional de recuperación de derechos básicos. El proyecto de Mayor Oreja y el Partido Popular, hecho suyo por Nicolás Redondo, tenía un contenido simple y claro, sin necesidad de proclamas buenistas. En primer lugar, la derrota policial de ETA. En segundo lugar, el aislamiento social y político de sus organizaciones secundarias. En tercer lugar, la deslegitimación de los objetivos de los terroristas, lo que llevaba a plantear una batalla cultural con todo el nacionalismo, a desmontar los mitos culturales e históricos nacionalistas, e intentar arrebatar Ajuria Enea al nacionalismo. Esto y no otra cosa representaba en 2001 y representa hoy Mayor Oreja.

Política que es, o ha sido, la política oficial del Partido Popular respecto a ETA. Por eso resulta escandaloso que Patxi López se presente a pedir el voto de los populares al tiempo que denigra la política oficial del PP respecto al terrorismo: "Mi política no es la de 2001 y Jaime Mayor Oreja no es mi político de cabecera", ha espetado desde la tribuna sin inmutarse. Y es más escandaloso que minutos después los populares le entregaran sus votos sin decir esta boca es mía. Porque una de dos, o la derrota policial de ETA y el combate ideológico contra el nacionalismo ya no es la política oficial del Partido Popular, o no tiene ningún sentido que el PP otorgue sus votos a quien en su investidura critica abiertamente su concepción de la lucha contra ETA y el combate ideológico contra el PNV.

La actitud de López ha sido inaudita, y hubiese sido motivo suficiente para que los diputados populares vascos se levantaran de sus escaños y abandonaran a un lehendakari que insulta la memoria de su partido mientras le pide el voto. O por lo menos, debiera habérsele exigido una rectificación y una disculpa antes de pensar en apoyarle. Los mal pensados dirán que Mayor Oreja tampoco es el político de cabecera del PP en el País Vasco, y que este partido rechaza, como López, la política constitucionalista de 2001. Pero en ese caso más vale que se contara a los electores –en vísperas de votar al valiente político vasco en las europeas–, el abandono de determinados principios, o su idea de usarlos ahora sí y ahora no.

Es esquizofrénico que el Partido Popular apoye en el País Vasco a un candidato que rechaza e insulta al candidato del Partido Popular a las elecciones europeas. Porque si se vota a quien denigra a Mayor Oreja, no tiene sentido mantener a éste encabezando la lista de las europeas, y si se tiene al político vasco encabezando la lista de las europeas, no tiene sentido apoyar a quien lo denigra. Los ciudadanos exigen, al menos, claridad moral en este tema. El lehendakari comienza mal, y el Partido Popular, peor. Por nuestra parte, la cosas claras; así no se pide el voto de los constitucionalistas: López ez. 

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