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¡No habléis de Europa!

La triple crisis de Europa (económica, institucional y de civilización) quizá tenga solución. Esta requiere del respeto a la comunidad de derecho europea, incluyendo los criterios del euro y de la libre competencia, y la libertad de intercambios.

Obama terminaba de escuchar a los Beach Boys en un iPod igualito al que le regaló a la Reina de Inglaterra. Se puso a redactar la lista de los paraísos fiscales: Bermudas, Bahama, Holanda... ¿Holanda? Zafarrancho de combate en la Casa Blanca. ¿No venían de Holanda los peregrinos? Sí, sí, me suena. Encima llaman de la Embajada para preguntar si creemos realmente que el cuarto inversor en Estados Unidos es eso que hemos dicho. ¿La Shell no era una empresa holandesa? ¿ING? En fin, tremendo jaleo arreglado al final con comunicados de una y otra parte más o menos explicando el mal entendido. Resulta que el 25% de impuesto de sociedades en Holanda le parece demasiado bajo al nuevo gobierno americano. Y eso que todavía tenemos los ojos llorosos de la emoción del G-20 en que Obama prometió guerra al proteccionismo. Esperen a que Patxi López les cuente el sistema de concierto vasco.

Sirva esto de ejemplo para ilustrar que Europa, con todos sus defectos, reúne en la UE a un conjunto de países que representan una de las dos zonas de progreso económico y libertad más importantes del mundo. A pesar de ello, y a pesar del papanatismo reinante sobre "el corazón de Europa", los asuntos de la UE aburren soberanamente. No sólo a Obama, sino a quien quiera votar en junio preocupado por una serie de cuestiones relevantes sobre el presente y futuro de Europa que no serán contestadas durante la campaña electoral para no crispar ni amargar el día a los electores.
 
El Tratado de Lisboa, aprobado ayer por el Parlamento checo, ¿se va a imponer a los irlandeses o no? Es probable que el Partido Popular Europeo gane hasta con cierta holgura estas elecciones, ¿significa esto que resucitará la directiva Bolkestein rebautizada Frankestein por el antiliberalismo europeo que no quiere que se cumplan los tratados? ¿Habrá reducciones del presupuesto comunitario, especialmente de los gastos agrícolas?

Si hay una política exterior –y la hay, aunque nadie es capaz de decir en qué términos, dado el menjurje que existe entre quienes están ya aplicando de hecho el Tratado de Lisboa y los que intentan aplicar el derecho hoy vigente– ¿la dirigirá Solana eternamente? ¿Se seguirá negociando con Irán y subvencionando indirectamente a Hamas? ¿Seguiremos haciendo de cobrador del frac de Rusia ante sus antiguas repúblicas, hoy doblemente sometidas al imperialismo ruso y a la avestruz europea? Véase Moldavia, Georgia, Ucrania, en el mismo día en que se reúne una cosa llamada "partenariado oriental".

¿Se respaldarán los criterios técnicos del BCE en cuanto al euro y la inflación, o hay un gobierno económico en ciernes que se dedicará a dilapidar dinero público y a hacer caso omiso de los criterios de Maastricht? ¿Se insistirá en los fundamentos de las cuatro libertades? ¿En el hecho de que la UE es posible gracias al Plan Marshall y a la asunción por parte de Estados Unidos de los gastos de defensa a través de la OTAN? ¿O hay otros planes? ¿Se ampliará a Turquía o se hará un acuerdo de libre cambio?

La triple crisis de Europa (económica, institucional y de civilización) quizá tenga solución. Esta requiere del respeto a la comunidad de derecho europea, incluyendo los criterios del euro y de la libre competencia, y la libertad de intercambios. Se da la insuperable paradoja de un modelo que se ha ido alejando de sí mismo olvidando sus principios –democristianos en lo político pero liberales en lo económico– y que sólo podrá perdurar si se abandona de nuevo a su impulso fundador: el respeto a una esfera de libertad para el individuo. Esa libertad de hacer y emprender que precede a todas las demás presuntamente garantizadas por los Estados. La que se refleja en todas las constituciones europeas surgidas de la II Guerra Mundial: derechos fundamentales para protegerse del Estado que es –como saben bien en el corazón de Europa– el que idolatrándose a sí mismo generó las barbaries nazi y comunista. La UE vino a superar aquello y, a pesar de lo mucho que ha olvidado, era la respuesta común que completaba las decisiones nacionales de nunca más rendirse al totalitarismo ni a un intervencionismo equivalente. ¿Nos ponemos a ello o le dejamos la voz cantante a los Del Río?

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