Por una vez no mintió Fidel Castro cuando esta semana aseguró que la OEA está podrida. Sólo así se entiende que tenga como secretario general a José Miguel Insulza. Según el socialista chileno, algunos de los informes que denuncian que en Cuba no se respetan los derechos humanos "están motivados por razones simplemente ideológicas". Es más, se queja de que en otros países de América tampoco se respeta a los ciudadanos que sueñan con ser libres y a sus gobiernos no se les mantiene al margen del engendro que se conoce como Organización de Estados Americanos.
Sólo una mente podrida moralmente podría comparar los crímenes de Castro con los de los que no pasan de alumnos más o menos aventajados. Nada podría enfurecer más al más anciano de los dos coma-andantes. Lo suyo es único. ¿Qué otro sátrapa puede disfrutar de los rehenes que él disfruta? Menos los cubanos, todos los americanos pueden abandonar su país. Les costará más o menos, pero se pueden marchar. Sus víctimas, no. Han de conformase con su condición de rehenes y con que algún familiar les envíe algunos dólares que siempre acabarán en los bolsillos de sus carceleros. Sólo en sus tiendas se pueden utilizar –y bajo el precio que ellos imponen– los dólares que las víctimas que marcharon envían a las que no dejan marchar.
¿Cómo se atreve Insulza a comparar a Castro con sus discípulos? ¿Quiénes podrían mejorar los crímenes del máximo líder de los cuatreros multimillonarios? ¿Qué otro sátrapa fabricó más de doscientas cárceles? ¿En qué otro país con menos de 12.000.000 de habitantes se tortura a cien mil presos? ¿Qué otro bandido podría presumir de todos los que murieron intentando huir de su barbarie? ¿En qué otra nación de América se impide el acceso a internet? ¿Qué otro gobierno niega a un nativo la entrada en su país? ¿Qué tiranía exportó y financió tanto terrorismo como la castrista? ¿Qué otro régimen acogió a más asesinos?
Es lo que tiene medio siglo. Podríamos formular muchas otras preguntas, pero por muchas que fueran no alcanzaríamos a reseñar todos los crímenes de la tiranía castrista. En cualquier caso, de nada nos servirían ante una mente tan infecta como la del secretario general de la OEA. Sólo un desalmado que desprecia el sufrimiento ajeno puede dudar de los informes que denuncian una mínima parte de la barbarie castro-comunista. Sus motivaciones le obligan a despreciar el sufrimiento ajeno. No mintió Fidel Castro. La OEA está podrida. Y a Insulza le consta.