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Cristina Losada

En actitud laica y de rodillas

Los socialistas se mantendrán de pie ante la religión, pero ante el nacionalismo permanecen genuflexos.

Zapatero celebró que López asumiera la presidencia de la autonomía vasca "de pie y en actitud laica". La posición real es otra. Los socialistas hacen alarde de retirar Biblias y crucifijos, pero despliegan un respeto reverencial por los objetos sagrados del nacionalismo. No se humillarán ante Dios, pero se humillan ante los dogmas establecidos por Sabino Arana, Prat de la Riba y Castelao. Incluso cuando acceden al poder demuestran complejo de inferioridad respecto a los nacionalistas. En unos sitios, los imitan o se vuelven más nacionalistas que ellos. En otros se comportan como el intruso que implora el perdón de los amos por ocupar su lugar y les garantiza que poco, apenas nada, cambiará en la finca.

Cuando López dice que hay un "campo enorme" para entenderse con el PNV y anuncia que le hubiera "encantado" nombrar consejero a Imaz, los bienpensantes lo interpretan como un gesto integrador, destinado a templar la rabia de los de Ibarretxe ante la costosa pérdida de las poltronas. Se alega que la situación del País Vasco es delicada. Pero cuando el mismo López se resiste a garantizar la presencia de la bandera española o cuando pregunta quién puede decir que los socialistas no quieren a Euskadi, revela el fondo turbio de la cuestión. Él y los suyos han comprado el muestrario de supercherías pergeñado por el nacionalismo. En concreto, ese botón sentimental: que sólo los nacionalistas aman de verdad el terruño. Por eso, claro, lo convierten en un coto privado donde la libertad siempre está en veda. Igual que la bandera.

Los orígenes del nacionalismo germánico aparecen vinculados al reemplazo del cristianismo ortodoxo por la creencia en una experiencia mística de la comunidad. En España, el nacionalismo porta también los rasgos de un sucedáneo religioso. Eso no ha impedido que lo abrazaran sectores del clero y que sus políticos se sientan más papistas que el Papa. El ritual de la toma de posesión del presidente autonómico vasco, instituido por el PNV como el resto de la simbología regional, representaba la extraña simbiosis de la religión y la Ersatzreligion. Patxi López decidió laicizar el rito, pero no para distanciarse del nacionalismo, sino de la religión.

El partido de Zapatero está ayuno de señas ideológicas, pero antes prefiere gallear como laicista que mostrarse poco devoto del credo identitario. Y enfrentarse a él, ni en sueños. Los socialistas se mantendrán de pie ante la religión, pero ante el nacionalismo permanecen genuflexos.

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