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¿Tiene cura el síndrome de Europa?

Si los europeos trabajan menos que nunca y no tienen hijos, ¿qué hacen con el tiempo? ¿Arte y cultura, esas superioridades europeas? Subvencionados, gracias. ¿Ciencia? Los que pueden acuden a estudiarla a las universidades americanas.

Empieza la campaña a las elecciones europeas, que volverá a ganar el Partido Popular Europeo, mientras crecen la abstención y las opciones marginales.

"Cuando la vida se convierte en un picnic, con nada importante que hacer, las ideas de grandeza molestan. Esta es la naturaleza del síndrome de Europa",afirma el sociólogo Charles Murray ¿Este síndrome, tiene cura?

Si Europa sigue con el picnic, puede esperar alguna o todas de estas consecuencias: (1) la islamización del continente, consecuencia de la demografía a la que se une el multiculturalismo y relativismo que permite a los más radicales someter a los que no lo son; (2) un dulce y progresivo apagamiento; (3) una deriva burocrática en la que el poder público lo controle todo; o (4) su transformación en un museo de antigüedades.

Otros, por la izquierda, sintetizando más, afirman que Europa, que nació liberal tras la II Guerra Mundial, se ha hecho socialdemócrata. Si insisten...

¿Qué significa, pues, el consenso socialdemócrata? Crisis institucional y pérdida de confianza. 380 millones de europeos están llamados a las urnas. La participación ha caído del 62% en 1979 al 48% en 2004. El porcentaje previsto para el 7J es el 34%.   

El problema institucional se ha agravado decisivamente. Reorganizar todo el magma burocrático fue la intención de parte de la Constitución Europea, pero la desconfianza incubada durante años dio lugar a los dos noes de la primavera de 2005. Empeñados en desatenderlos se ideó una constitución edulcorada denominada injustamente con el nombre de la bella ciudad de Lisboa. Hete aquí que en su única aparición ante los votantes, Irlanda dijo no. El tratado, según sus propias reglas internas, no puede seguir adelante, debe decaer. Pero como –así va el argumento– seis millones de irlandeses no pueden imponerse al resto de europeos, se ha decidido forzar a Irlanda. Porque, en este caso, el derecho internacional no vale. En una actitud mezcla de Lolita con el Marqués de Sade, no quiere decir .

Junto a un poder público deficiente, manifestación número dos del síndrome de Europa, el estancamiento económico, que viene de lejos. 

El significado primario de la crisis no es económico. Es político y moral. Siendo económicamente inapropiado entregar al poder público la dirección de asuntos privados, es, sobre todo, la dejación de la responsabilidad para su asunción por –disolución en– la voluntad general. Es la última etapa de la evolución prometida por Tocqueville como amenaza a la libertad: una red de regulaciones menores, complicadas, minuciosas y uniformes; no rompe voluntades, las reblandece, las doblega y las dirige. 

Sin preocupaciones, sin comportamiento libre, sin discrepancia, se logra un aburrimiento que no es exagerado calificar de metafísico. ¿A votar? 

Los europeos, que tienen muy bajas tasas de natalidad y a quienes les gusta que así sea, son poco patrióticos, tienen escasa confianza en el individuo para forjar su futuro, no creen en el capitalismo, son cada vez menos religiosos... Ahora bien, si trabajan menos que nunca, si no van a la iglesia, si no tienen hijos, ¿qué hacen con el tiempo? ¿Arte y cultura, esas superioridades europeas? Subvencionados, gracias. ¿Ciencia? Los que pueden acuden a estudiarla a las universidades americanas.  

Otra Europa es posible, aunque no sea probable. La Europa compatible con su herencia griega, romana y judeo-cristiana. La Europa de las convicciones a las que dio rango constitucional tras las dos guerras mundiales. Incluyen derechos fundamentales que reservan una esfera al individuo ante la intervención pública. Tiene un sistema libre de mercado que le ha permitido ser la segunda zona más rica y más libre del planeta, y que fundamenta la Unión Europea en sus cuatro libertades de intercambio económico. Si además se dedicara a cumplir las reglas que ella misma fija, podría incluso llegar a tolerarse que por enésima vez, con un parlamento presuntamente conservador, siga siendo Solana el jefe perpetuo de su política exterior.

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