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Alberto Acereda

Oportunidad de oro

El Partido Republicano debe defender y explicar sus valores y principios conservadores sacudiéndose los complejos y exponiendo así la falta de sintonía entre lo que Obama dice y lo que hace.

Conforme avanza la nueva Administración norteamericana, el ciudadano va sufriendo una galopante expansión gubernamental por obra del nuevo presidente y del partido que lo apoya. Por desgracia, el otro partido –el Republicano– anda todavía a la gresca intentado vertebrar su mensaje. Con el fin de no pecar de "obstruccionistas" o de "partido del no" (como los tildan propagandísticamente los hoy todopoderosos demócratas) el Partido Republicano evita a toda costa enfrentarse abiertamente a Obama y a todo lo que éste diga, toque, nombre o pronuncie. Sólo Dick Cheney ha sabido salir al paso con entereza y hace unos días lanzó un discurso sobre seguridad nacional que los norteamericanos valoraron muy positivamente. Al socorro de Obama y contra Cheney salió pronto Colin Powell, el jubilado general y miembro del GOP, quien afirma representar los auténticos valores republicanos y no los de los conservadores... Este Powell es el mismo que, según confesión propia, ha ido votando una y otra vez a favor de los candidatos presidenciales del partido opuesto: JFK, Carter, Clinton y, por supuesto, Obama.

Hora es ya de que los conservadores del Partido Republicano muevan ficha. Los hechos de la actualidad muestran que hay sobre la mesa una serie de oportunidades de oro para mostrar a la ciudadanía que sus valores e ideas conservadoras están en consonancia con lo que reclama el pueblo y no con la nueva América que cada vez lo es menos de la mano de Obama, los demócratas y los tibios republicanos powellianos del centrismo. Tres son las áreas que sólo en esta semana ejemplifican dichas oportunidades para el GOP: la seguridad nacional, las cuestiones sociales y la reciente nominación judicial. Y todo eso en medio del embarazo intervencionista de ya casi nueve meses y cuyo parto no es otro que la gigantesca escaramuza económica de Obama alimentada con el biberón del nuevo impuesto energético, el intento de nacionalizar la medicina, la revisión de las leyes laborales y el alto poder concedido a los sindicatos. Cabe, pues, actuar y hablar claro.

Sobre la seguridad nacional, la contundente respuesta de Cheney a Obama hizo a éste echar marcha atrás en varios frentes: primero, en el asunto de los tribunales militares (aceptando y validando así las otrora descalificadas tesis de Bush); segundo, en la no desclasificación de fotografías de alta seguridad, como inicialmente pretendía hacer Obama. Lo mismo ocurre con la cuestión del cierre de Guantánamo, tema que Obama no sabe cómo solucionar al no contar con la financiación del Congreso y al no saber realmente qué hacer con los detenidos. El hecho de que Harry Reid, el líder demócrata del Senado, cambie ahora de opinión con el fin de satisfacer a Obama, ofrece otra oportunidad a los republicanos conservadores para mostrar a la opinión pública lo endeble de los argumentos de Obama y los demócratas. Cuando conservadores como Cheney han hablado claro, Obama ha tenido que recular pues una cosa son los discursos electorales y otra la realidad.

En temas sociales, es notable que la mayoría de los norteamericanos no concuerdan tanto como se dice con el pensar de su presidente ni con el del partido ahora en el poder. Así lo muestran varias encuestas recientes. Los datos del Pew Research Center y la agencia Gallup Poll confirman, por ejemplo, que las actitudes de la ciudadanía estadounidense sobre el aborto resultan cada vez más conservadoras. Por primera vez en varios años, la mayoría de los norteamericanos se oponen ya al aborto. Similares posiciones conservadoras son observables en la defensa del matrimonio tradicional y la no aceptación del llamado matrimonio homosexual (hablamos de "matrimonio" y no de uniones civiles). Estas tesis triunfaron por mayoría en la elección del pasado noviembre en California (la conocida Proposición 8 prohibiendo el matrimonio homosexual). Lo mismo ha ocurrido esta misma semana cuando la Corte Suprema de Justicia de California ha mantenido la decisión popular y ha rechazado el intento del activismo de reinstaurar dicho matrimonio.

En el ámbito de las nominaciones judiciales, los republicanos conservadores tienen también en estas próximas semanas la oportunidad de hacer valer sus ideas al hilo de la reciente nominación por parte de Obama de la jueza Sonia Sotomayor para cubrir una vacante en el Tribunal Supremo de Estados Unidos. Varias de las decisiones judiciales y declaraciones públicas de Sotomayor muestran un peligroso activismo judicial que debe ser sacado a la luz por los republicanos del Comité Judicial del Senado. Si el mandato constitucional indica que el presidente debe elegir jueces y su juramento es resguardar, proteger y hacer cumplir la Constitución norteamericana, Sotomayor tendrá entonces que explicar sus más que cuestionables decisiones en casos como el de la discriminación negativa contra los bomberos de New Haven (Ricci v. Destefano), veredictos en áreas ligadas a la Segunda Enmienda (Maloney v. Cuomo) o decisiones sobre los derechos de propiedad (Didden v. Village of Port Chester). Además de eso, existen una serie de sectarias declaraciones de Sotomayor en varios foros públicos (Berkeley, Duke) que merecen un justo escrutinio y en donde los republicanos conservadores pueden volver a mostrar a los ciudadanos sus principios a favor del estricto respeto de la Constitución y en contra del juego de la política identitaria que esconde esta nominación.

En todos estos ámbitos, en otros que han sido noticia (como el inmenso rechazo popular por votación a la subida de impuestos en California) y en nuevos casos que irán saltando, el Partido Republicano puede y debe aprovechar estas oportunidades. Debe defender y explicar sus valores y principios conservadores sacudiéndose los complejos y exponiendo así la falta de sintonía entre lo que Obama dice y lo que hace. En su mano está aprovechar estas situaciones para mostrar sus ideas y recuperar la confianza ciudadana. No hacerlo supondrá entrar en un tortuoso camino cuya parada final será no sólo otra derrota electoral, sino incluso el inicio de la extinción definitiva del GOP.

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