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Antonio Golmar

Mayor Oreja y los inmigrantes

La cuestión es si el Estado de Bienestar, y en particular las políticas de apoyo a las familias y de fomento de la natalidad, no produce un indeseable efecto llamada que desincentiva el trabajo de los inmigrantes y a la larga crea marginación y racismo.

Uno de los momentos más llamativos del primer debate televisivo entre Jaime Mayor Oreja y Fernando López Aguilar se produjo cuando el primero vinculó el aumento del paro al incremento de la población inmigrante propiciado por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. La relación de causa y efecto sugerida por el candidato popular es una estupidez que le podría costar muy cara a su partido en el futuro.

En primer lugar, la colectividad más afectada por la crisis es precisamente la inmigrante, cuyo nivel de ocupación ha sido más alto que el de los españoles en la última década. Si fuera coherente con sus palabas, el candidato del PP debería propugnar la inmigración ilegal, puesto que la tasa de ocupación de esos trabajadores es prácticamente inexistente. Como no tienen papeles, lo único que pueden hacer para sobrevivir es trabajar. No creo que el nativismo sea parte de la ideología de Mayor Oreja, aunque si no tiene tiempo o ganas de explicarse lo mejor que podría hacer es dejar el asunto a otros. 

Por otra parte, la pujanza demográfica de los residentes extranjeros o nacionalizados en España hace prever que en menos de una generación el porcentaje de votos emitidos por españoles étnicos no diferirá mucho del que se registra en los Estados Unidos para los blancos, el 76% en las últimas elecciones presidenciales. No sé si esto será un signo de decadencia o de vitalidad, pero lo cierto es que la mayoría de los que vienen lo hace para quedarse, y sus hijos también. Insinuar que la culpa del espectacular aumento del paro entre los españoles se debe a los extranjeros es otra forma de decir que vienen a quitarnos nuestros puestos de trabajo, lo cual no sólo es un insulto a la inteligencia de cualquier ciudadano con dos dedos de frente, sino una afrenta a todos los niños de padres inmigrantes, a los que nadie preguntó dónde querían nacer.

En 2003 actué como interventor del PP en una mesa electoral del distrito de Vallecas de Madrid. Un apoderado de IU aconsejaba a unos amigos suyos que no votasen al partido de Aznar "porque nos ha llenado el barrio de sudacas que se llevan los trabajos". Nunca pensé que años después oiría algo parecido de boca de un político de ese partido. En este caso, la forma es lo de menos, pues las implicaciones de ambas manifestaciones, las del militante comunista y las de Mayor Oreja en el debate, son las mismas: ¡que se vayan! En las zonas donde gobierna, el PP está fomentando la interculturalidad frente al multiculturalismo y el victimismo. Estos loables esfuerzos no deberían quedar en entredicho por una frase mal pensada y peor expresada de un candidato atolondrado.

Cosa distinta, y desde luego mucho más importante para todos, es preguntarse si el Estado debería haber concedido permisos de trabajo a personas que nunca trabajaron aquí, ni legal ni ilegalmente. O si la discriminación positiva encubierta que practican las Comunidades Autónomas a la hora de otorgar ayudas como becas de comedor y viviendas de protección oficial es justa (¿por qué el origen extranjero otorga puntos extra?). Y si el Estado de Bienestar, y en particular las políticas de apoyo a las familias y de fomento de la natalidad, no produce un indeseable efecto llamada que desincentiva el trabajo de los inmigrantes y a la larga crea marginación y racismo. Por desgracia, ese es el melón que, por distintas razones, ningún político desea abrir. No les pido que lo hagan ahora, pero al menos podrían abstenerse de meter la pata.

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