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Clemente Polo

Ciudadanos: otra visión del naufragio

Nos dejaron solos a quienes queríamos mantener las señas de identidad del partido frente a la candidatura de oportunistas, buscavidas y parados que encabezaba el Sr. Rivera.

Tras la coalición electoral de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía con Libertas algunos destacados líderes del partido han decidido abandonar la formación que nació el 8 de julio de 2006 en un Congreso Constituyente que acabó de manera lastimosa con la elección de una dirección patética y la proclamación de un presidente, el Sr. Rivera, al que los delegados presentes no elegimos para el cargo. Cada uno, como es lógico, ha contado la historia de su marcha a su manera, que viene a ser en última instancia la que lo deja en mejor lugar. Hace unos días publiqué un artículo (De ciudadano a ciudadano) escrito el 14 de noviembre de 2006, cuatro meses después de la creación del partido, en el que examinaba la situación de Ciudadanos y apuntaba a lo que en mi opinión constituyó su punto débil desde el inicio de su andadura: la incapacidad del partido para desarrollar el Ideario aprobado en ese congreso constituyente con el fin de renovar y regenerar la política española.

Algunos de los ahora idos acusan al Sr. Rivera de cesarismo, ocultando que durante muchos meses gobernaron, codo con codo, con el Sr. Rivera y que, cuando algunos lanzamos una candidatura alternativa a la oficial en el segundo congreso celebrado el 30 de junio del 2007, no la apoyaron y hasta alguno de ellos acabó fundido en un abrazo con el Sr. Rivera, tras una votación y un recuento plagados de irregularidades (la más notoria de ellas que se proclamaran ganadores a los integrantes de la candidatura oficial sin indicar los votos obtenidos por cada candidatura). Me ha hecho gracia, digo, comprobar que algunos de los hoy idos reivindican incluso la caracterización que hice de Ciudadanos, en el Ideario aprobado con su oposición en el congreso constituyente, como heredero de lo mejor de la tradición política europea, un movimiento a caballo entre el liberalismo progresista y el socialismo democrático. Digo que me ha hecho gracia, porque esas mismas personas no cejaron hasta aprobar una enmienda a la totalidad del Ideario en el segundo congreso el 30 de junio de 2007, sustituyendo esa declaración de principios por una vulgar y engañosa ubicación del partido en el espacio del centro-izquierda.

Una anécdota de los inicios ilumina el drama actual de Ciudadanos, un partido ahora en fase ya avanzada de descomposición. Habían pasado quizás un par de semanas del congreso constituyente cuando un grupo de cinco personas pedimos una entrevista con el Sr. Rivera y el Sr. Robles. Les planteamos nuestra insatisfacción ante lo que considerábamos un comportamiento sectario por parte de la mayoría de la Ejecutiva que estaba dejando de lado a una masa importante de miembros del Consejo General a los que ellos, despectivamente, calificaban como liberales. A mí me sorprendía mucho el calificativo, porque todavía no había asistido a un debate político de cierta altura en el seno del partido y todo lo que había visto hasta el momento eran codazos por estar en tal o cual lista. Lo que realmente me impactó ese día fue la respuesta del Sr. Robles que textualmente nos dijo: "tenéis la puerta abierta. A mí, con que me queden en el partido 500, me sobra". Eso dijo y el Sr. Rivera guardó silencio. Eran las primeras palabras que escuchaba al secretario general y ya pude hacerme una idea del gran tipo que era. Habría hecho falta un milagro para que con estos mimbres se hubiera podido construir una cesta.

Durante meses, el Sr. Robles dirigió la secretaría general de la manera más sectaria e inepta posible, intentando controlar cada agrupación y creando problemas allí donde no los había para seguir acrecentando su base personal de poder. Nunca lo consiguió, pues su escasa habilidad personal se veía más que contrarrestada por la astucia del Sr. Rivera que iba ofreciendo cargos y atrayendo a su órbita a personajillos llegados a la Ejecutiva o al Consejo de la mano de los Sres. Robles y Domingo. Midieron mal sus fuerzas y los tiempos y cuando tuvieron la oportunidad de plantear batalla al Sr. Rivera en el segundo congreso, ambos eludieron enfrentarse con él y nos dejaron solos a quienes queríamos mantener las señas de identidad del partido frente a la candidatura de oportunistas, buscavidas y parados que encabezaba el Sr. Rivera. Una vez constatada la imposibilidad de desalojar al Sr. Rivera de la presidencia, nos marchamos del partido. Eso es exactamente lo que también deberían haber hecho ahora ellos: dejar su escaño si tan a disgusto estaban en Ciudadanos, pues que el acta de diputado sea personal no quita que se la deben a quienes votaron a la lista de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía. Ni hasta en el momento de decir adiós, han sabido estar a la altura de las circunstancias.

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