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Eva Miquel Subías

De señales va la cosa

El PPC no rasca bola y cuando lo intenta todos saben que va de farol. Los populares catalanes tienen un auténtico reto por delante, como lo vienen teniendo desde hace tanto, y no es otro que definir su propio programa.

Por fin acabó la campaña electoral. Qué pesaditos estaban algunos. Tenemos los resultados, sus correspondientes interpretaciones, análisis para todos los gustos, escenarios de todo tipo, sonrisas por doquier –algunas más creíbles que otras–, algún guiño picarón y algún serio tirón de orejas.

Puestos a escurrirnos los sesos, una servidora empieza a vislumbrar alguna cita prometedora e incluso encuentros a oscuras, semi-clandestinos –aunque no por ello menos importantes– todavía carentes de la pasión necesaria, pero de esos en los que sus protagonistas empiezan a relajarse cuando nadie les ve. Y tampoco podía faltar la familia que procurará en el momento oportuno, siempre en aras de su interés –que no en el de su hija– amañar una provechosa cena en la que todos los ingredientes estarán perfectamente coordinados y debidamente sazonados para cuando llegue la hora de su degustación. ¿Que mi mente es algo rebuscada? No, amigas y amigos míos, recovecos que tiene la política.

Mientras permanecemos a la espera y por si alguno anda todavía algo despistado, el Partido Popular ha ganado las elecciones y el Partido Socialista las ha perdido. Unión, Progreso y Democracia asoma la cabeza en Europa, la coalición nacionalista se mantiene pero empieza a coger una buena y progresiva carrerilla en Cataluña, los nacionalistas-independentistas y verdes de la denominada Europa de los Pueblos mantienen su escaño aunque mirando de reojo y los excomunistas de ICV-EUiA van fent, que decimos allí.

Como les contaba, lecturas tenemos para dar y vender, que si uno pierde pero no tanto, que si el otro gana pero no lo suficiente como para relajarse, que sí, que no, que sólo un poquito, que otros están al borde de la ruptura, que no, que sólo se trata de una riña de enamorados, en fin, lo de siempre.

Ya que el presidente del Gobierno sigue mimetizado con su particular paisaje, veamos un par de cosillas que a una servidora le preocupan, y no precisamente la discusión sobre mociones de confianza y de censura. Lo de mi tierra merece un estudio aparte y eso haremos, pero no sin antes apuntar lo siguiente, porque todos sabemos que "Ella" es la deseada. Y sin sus favores, mal lo tienen los que aspiran a gobernar.

La sociedad catalana todavía no está receptiva. No "está abierta al amor", como dicen ahora los famosos cuando se separan de sus respectivas parejas. Aunque en entregas posteriores les haré partícipes de mi teoría sobre algunas "adicciones" y "enganches" que padece: uno de los motivos por los que sigue aferrándose a ese amor con tres cabezas, a pesar de haberle dado un toque hace pocas horas.

Ahora bien, no perdamos de vista un par de cuestiones más que significativas. La elevada abstención y el voto en blanco, que Cataluña ha quintuplicado respecto a los comicios anteriores, ofreciendo otra pista de por dónde pueden ir los tiros.

Prácticamente todos los partidos catalanes intentan competir desde hace tiempo por conseguir ser los auténticos tutores de una única bandera, los únicos defensores de la "identidad" catalana según la entienden ellos y que no hacen más que empequeñecerla de manera gradual e irremediable.

En este escenario, el PPC no rasca bola y cuando lo intenta todos saben que va de farol. Los populares catalanes –que han levantado la palma de la mano para saludar– tienen un auténtico reto por delante, como lo vienen teniendo desde hace tanto, y no es otro que definir su propio programa, diseñar su proyecto sin las tradicionales interferencias y hacer creíble su idea de que Cataluña y España se hacen grandes mutuamente.

Más le vale al Partit Popular de Catalunya desplegar todas sus armas de seducción porque tiene que mostrarse más atractivo que nunca. Y el tesón, la constancia y la imaginación basados en una sólida propuesta, así como un gran dominio de la escena, pueden ayudar a ello.

Un pequeño empresario de Vallromanes me comentaba el otro día: "Verás, yo ya no tengo que demostrar a nadie mi catalanismo ni lo mucho que amo a mi tierra, tan sólo deseo vivir tranquilamente, sin problemas y tras tantos años de trabajo poder donar a mis hijas una casa sin que me tenga que arruinar por ello a base de impuestos. Si Madrid ha suprimido el Impuesto de Donaciones y Sucesiones, ¿por qué no nosotros?".

El PP eso lo sabe y creo que lo tiene claro, pero hay que encontrar el modo de ofrecer el producto de manera sugerente para que Ella apueste por un nuevo horizonte, porque de otro modo no lograrán su objetivo de gobernar de nuevo. Desde luego, no sin Cataluña.

En España

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