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José Vilas Nogueira

¿Para qué sirve ganar las elecciones?

No creo que el PP gane las próximas "legislativas". Pero si las ganase, salvo para los implicados en la oligarquía partidista, nada va a cambiar.

Nadie ha podido objetar la victoria del Partido Popular en las últimas elecciones autonómicas gallegas, teóricamente legislativas, prácticamente presidenciales, como todas las que se celebran en nuestro corrupto sistema, donde nada es lo que parece. Independientemente de la opinión que pueda merecer el, primero, candidato pseudo presidencial y ahora presidente de la Junta de Galicia, Núñez Feijóo, la mayoría de los votantes optaron por él. También, al margen de su influencia en el resultado, el elemento más novedoso de su campaña fue su compromiso a respetar los derechos de los gallegos castellanohablantes, apuesta arriesgada si se considera, por una parte, la nefasta política lingüística de Fraga Iribarne y, en general, el acendrado y permanente complejo que atenaza al PP ante lo que la los nacionalistas y la izquierda consideran políticamente correcto.

Lo cierto es que, constituido el nuevo Gobierno gallego, nada ha cambiado. Las promesas de Feijóo se han diluido ante las presiones y la resistencia organizada del sector de las gentes de la cultura. Como ayer, en el Parlamento gallego ni un solo diputado se atreve a intervenir en español. Como ayer, el presidente de la Junta y todos sus consejeros utilizan exclusivamente el gallego como idioma oficial. O no existe nadie que haya votado al PP en función de sus promesas de nueva política lingüística, o asume esta nueva (vieja) realidad con perfecta resignación. Por el contrario, los fundamentalistas extremistas no le perdonan al nuevo presidente sus propósitos (no consumados) de cambio del estatus quo lingüístico. Han encontrado en ellos una excelente oportunidad para deslegitimarlo, acusándolo de franquista, "pecado horrible" para tan reputados demócratas, como los nacionalistas y demás socios totalitarios. Total que el bueno de Feijóo, por oportunismo electoral y por un mal cálculo de las resistencias que iba a encontrar, ha hecho un pan como unas hostias.

Porque el mundo fundamentalista de nacionalistas y asociados está deliberadamente cerrado a la razón. La mejor prueba es la permanente deformación del programa de "Galicia bilingüe". Sólo la mala voluntad puede entender que sus objetivos son el ataque al gallego o la pretensión de hegemonía del castellano. La cuestión es muy simple y distinta: se trata de que los castellanohablantes puedan elegir la lengua de escolarización para sus hijos, justo lo mismo que estos demócratas a la violeta, reclamaban a la dictadura franquista a favor de los hijos de los gallegohablantes. ¿Es que es tan difícil de entender? Se pueden discutir las modalidades precisas de aplicación, ¿pero dónde está el ataque al gallego? En ninguna parte, pero hay que simularlo, pues, conforme a la estrategia nacionalista, cada conquista alienta otra ulterior, y en este momento se trata de excluir el español de Galicia, convirtiéndola en una sociedad exclusivamente monolingüe en gallego.

Ciertamente, los votantes nacionalistas no son muchos. Según los dirigentes del propio Bloque se mueven alrededor del nueve por ciento. Pero cuentan con la complicidad del PSOE, siempre interesado en desintegrar España, y de su enorme influencia en el mundo sindical, y de las gentes que manejan las instituciones de la cultura (paradójicamente, se da una nueva versión de la vieja consigna carrillista "de alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura"). Haría falta un partido de oposición menos interesado en ganar las elecciones que en cambiar la cultura política de este desdichado país. No creo que el PP gane las próximas "legislativas" (pseudo legislativas, pseudo presidenciales). Pero si las ganase, salvo para los implicados en la oligarquía partidista, nada va a cambiar.

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