Menú
EDITORIAL

Garoña y la sinrazón de Zapatero

Parece que Zapatero tiene tan asumida su fobia antinuclear que no ve necesario contratar a asesores suficientemente cuidadosos en esta materia que pudieran intentar dar un barniz de racionalidad a lo que no es más que un puro delirio ideológico.

Zapatero, en el fondo, no tiene demasiadas convicciones ideológicas. En buena medida, casi todo lo que hace desde el poder responde a necesidades o conveniencias electorales y políticas. Su impulso al cambio de régimen, por ejemplo, parte tanto de la necesidad de contar con los nacionalistas –incluidos los del PSC– para gobernar como de la convicción de que en una España débil la derecha tiene menos posibilidades de vencerle. Su política económica pasa con facilidad del "bajar impuestos es de izquierdas" al incremento de los impuestos indirectos, de la negación de la crisis a reclamar el liderazgo para salir de ella. Puede pasar de insultar a las víctimas por resistirse a la negociación con ETA a la "firmeza inquebrantable".

La facilidad que tiene para mentir y cambiar de postura es debida, en el fondo, a que tiene muy pocas ideas propias. Pero sí hay algunas cosas, pocas, en las que cree firmemente. Se distinguen fácilmente por no responder a necesidades de los españoles y poder constituir, incluso, un problema de movilización del electorado contrario. Suelen carecer de razones fuertes que las sustenten más allá del prejuicio ideológico, y sobre ellas nunca ha cambiado de opinión. El matrimonio homosexual o el aborto son dos de ellas, quizá las más evidentes. Pero también lo es su fobia a la energía nuclear.

Sólo así se explica que al verse forzado a explicar su postura claramente contraria a la continuidad de la central de Garoña, Zapatero haya cometido el error de ofrecer unos datos tan fácilmente desmentibles. La empresa Nuclenor, propietaria de Garoña y participada a partes iguales por Iberdrola y Endesa, recordó al presidente que existen 58 centrales en construcción, y no una como defendía Zapatero, y que operar hasta los sesenta años no es una excepción, sino la regla en países como Estados Unidos, entre otras cosas.

El presidente incluso intentó convencernos de que dejar de producir energía nuclear, la fuente más barata por detrás del carbón, no iba a encarecer la factura eléctrica. Y es que parece que Zapatero tiene tan asumida su fobia antinuclear que no ve necesario estudiar los datos o contratar a asesores suficientemente cuidadosos en esta materia para al menos intentar dar un barniz de racionalidad a lo que no es más que un puro delirio ideológico.

El problema para Zapatero es que los ecologistas están perdiendo este frente en la batalla de la opinión pública. Y por su propia culpa, además. No se puede proclamar a los cuatro vientos que el calentamiento global es la mayor amenaza a la que se enfrenta al mundo y negarse a utilizar una energía base barata y que no emite dióxido de carbono, como es la nuclear. No se puede estar al plato y a las tajadas, parecen estar concluyendo los españoles cada vez en mayor número. La publicidad que recibe la teoría del origen humano del aumento de temperaturas y la ausencia de accidentes nucleares serios desde que se hundiera la Unión Soviética parece estar convenciendo cada vez más a los ciudadanos de abandonar posturas más propias de los años 60 que de la actualidad.

El posible cierre de Garoña ha logrado la casi unanimidad de empresarios, sindicatos y partidos políticos en contra del Gobierno. Sorprende que incluso las empresas eléctricas, siempre tan timoratas al operar en un sector hiperregulado en el que dependen del Gobierno casi para todo, hayan dado un paso adelante para defender en público sus intereses dejando a Zapatero en ridículo. Ante tanta embestida, el Gobierno parece estar sopesando no tomar la decisión, sino dejarla en manos de las propias eléctricas. Eso se desprende del informe solicitado al Consejo de Seguridad Nuclear, en el que se pide sobre la conveniencia de renovar la licencia por "dos, cuatro o seis años". Si se concediera un plazo suficientemente corto, la obligada inversión en renovación de la central podría dejar de ser rentable. De este modo Zapatero lograría lo que quiere y encima podría poner la responsabilidad en los hombros de Iberdrola y Endesa. Esperemos que no le salga bien la jugada y sufra las consecuencias de la irresponsabilidad de cerrar Garoña.

En Libre Mercado

    0
    comentarios
    Acceda a los 8 comentarios guardados