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José María de Azpilcueta

Por un mercado laboral libre

El dato de la tasa de paro de España no debería hacernos perder la referencia de lo realmente importante: que la gente pueda acordar libremente en qué condiciones quiere trabajar o en qué condiciones quiere contratar.

La semana pasada, con ocasión de una de las comidas que –con cierta frecuencia– organizamos un grupo de amigos para hablar de todo un poco, tuvimos la gran suerte de compartir mesa y tertulia con un invitado de excepción: alguien que es maestro de economistas, defensor infatigable de la libertad, y además, muy buena gente. Nuestro invitado iba respondiendo pausada pero firmemente a todas nuestras preguntas sobre asuntos tan variados como el poder del Estado; el intervencionismo en el campo monetario a través de los bancos centrales; la importancia de la ética y la moral en la sociedad; y otros muchos temas que no caben en esta columna.

En esa misma comida también se habló del mercado laboral en España –algo nada original por otra parte– pues desde hace algún tiempo es uno de los temas estrella en los mentideros del "todo Madrid" económico-empresarial. Sin ir más lejos, hace unos días, el mismísimo semanario The Economist publicaba una tabla en la que se observaba, por países, el crecimiento del paro en los últimos doce meses. A la cabeza de esta clasificación estaba España, con un incremento de la tasa de paro de 8 puntos porcentuales; detrás, Rusia, con un aumento de "sólo" 4 puntos porcentuales. Y no parece que la cosa vaya a mejorar a corto plazo.

Al ver la evolución del paro en nuestro país, uno puede caer en la tentación de pensar que es imprescindible idear algún mecanismo legal para reducir el desempleo, o establecer –por decreto– nuevos contratos laborales más flexibles u obligar a trabajadores y empresarios a usar un contrato único con menores costes de despido... En definitiva, es fácil, con las mejores de las intenciones, caer en la trampa de la ingeniería social. "Lo importante es hacer algo", dirán muchos. "Nosotros los economistas", dirían otros, "tenemos la solución a ese problema".

Pero como apuntaba nuestro querido comensal, una reforma laboral no es buena porque permita modificar los salarios, ni tampoco porque consiga reducir el paro. No. Una reforma laboral es buena si incrementa la libertad con la que un trabajador y un empresario pueden acordar un contrato de trabajo de la manera que les parezca más oportuna. Y que luego ambas partes decidan si el contrato es temporal, indefinido o a tiempo parcial; con remuneración fija, con o sin bonus, con comisiones o sin ellas; o una combinación de todas las anteriores.

No vaya a ser que el dato de la tasa de paro en España –algo terrible, sin duda– nos haga perder la referencia de lo realmente importante: que la gente pueda acordar libremente en qué condiciones quiere trabajar o en qué condiciones quiere contratar.

En Libre Mercado

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