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Ignacio Cosidó

Silencio cómplice

Ni una condena de Zapatero al régimen de los mulas por la brutal represión a los opositores, ni un gesto de solidaridad con las victimas...

Los silencios ante la tiranía te convierten en cómplice de los tiranos. El silencio de Zapatero en la crisis iraní resulta clamoroso. Ni una condena al régimen de los mulas por la brutal represión a los opositores, ni un gesto de solidaridad con las victimas de esa represión, ni una denuncia por el descarado fraude electoral cometido. Ayer el Congreso de los Diputados realizó una contundente declaración de condena, pero Zapatero sigue envuelto en un vergonzoso manto de silencio. Atrapado en una nube de mosquitos en África no tuvo tiempo para hacer mención ni a la crisis iraní ni siquiera a los varios dictadores que pueblan ese continente. 

El apoyo y la solidaridad a los jóvenes que se manifiestan jugándose literalmente la vida en las calles de Teherán es antes que nada una obligación moral de todo demócrata. Por primera vez desde hace tres décadas ha emergido una rebelión pacífica y democrática en Irán contra un régimen teocrático que se parece cada vez más a una dictadura militar. Es nuestra obligación como demócratas apoyar ese movimiento que clama por la libertad en su país. Se equivoca quién piense que la libertad tiene fronteras.

Pero un Irán libre es además una garantía para nuestra seguridad. La amenaza de un régimen como el iraní dotado de armas nucleares es sin duda la principal amenaza que afrontamos actualmente los países democráticos. Apoyar la democracia en Irán no es por tanto una mera cuestión de exigencia moral, sino además un interés estratégico vital para garantizar nuestra seguridad, la estabilidad en todo Oriente Medio y, en definitiva, la paz mundial.

Por desgracia no podemos ser muy optimistas respecto al triunfo de esta incipiente rebelión democrática que se ha cobrado ya decenas de victimas en Irán. El régimen se ha quitado la careta de una apariencia democrática y está mostrando su verdadero rostro de represión y brutalidad. Quiénes como Zapatero se habían creído la farsa de este proceso electoral deben reconocer ahora su error. Los ayatolás no escatimarán violencia para ahogar las protestas y reprimir cualquier rebelión. Pero el proceso degenerativo del régimen puede hacerse ya irreversible.

Algunos líderes occidentales, como el presidente Nicolas Sarkozy, han sido especialmente claros y contundentes en su condena de la represión en Irán. Otros, como Rodríguez Zapatero, han preferido guardar un silencio cobarde. Zapatero no quiere que esta primavera iraní muestre el verdadero rostro de su alianza con las tiranías. Con ese silencio no sólo muestran una ceguera voluntaria, sino que hacen gala de su poco aprecio por la libertad. En Irán, en Cuba, en África y en su propio país. 

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