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Antonio José Chinchetru

¿Se excitan los censores chinos con vacas suizas?

La excusa para esta nueva medida es, una vez más, proteger la moral de los chinos. El Gobierno del PPCh casi siempre recurre a ella. Aunque fuera cierta habría que denunciarla. Los Estados no tienen ninguna autoridad para ello.

Cuando nos referimos a ciertos gobiernos, las satisfacciones duran poco. A pesar de que la noticia fuera acogida con alegría por los internautas chinos, el anunciado aplazamiento de la puesta en marcha del censor automático de internet es tan sólo eso: un retraso de la fecha a partir de la que será obligatorio instalar el sistema de filtrado. Las autoridades del régimen de Pekín se han encargado de dejar claro que "es sólo cuestión de tiempo".

La relación de los dirigentes chinos con internet es tortuosa. Por una parte son conscientes de las grandes oportunidades que ofrece para el desarrollo económico del país, han seguido una línea radicalmente contraria a la de otras dictaduras comunistas y no vetan su uso a los ciudadanos. Sin embargo, son conscientes de que la red es un maravilloso vehículo para comunicar opiniones y acceder a informaciones que no son del gusto del gobierno, por lo que tratan de buscar distintas vías para controlar la web sin tener que prohibir que los chinos se conecten.

Fruto de esa peculiar situación son las docenas de ciberdisidentes que han pasado por las prisiones del gigante asiático, que de forma permanente desde hace varios años acogen a una media de unos cincuenta de ellos. También es producto de esta política las sucesivas cruzadas que contra los cibercafés han emprendido las autoridades comunistas, puesto que estos locales eran en el pasado un buen vehículo para obtener mayor intimidad a la hora de conectarse que si se hacía desde casa. Lo mismo ocurre con la censura en los resultados de búsqueda y otros servicios online de los distintos gigantes de internet, como Yahoo, Google o Microsoft. Y ahora, aunque se postergue su puesta en marcha, le ha llegado el turno a la obligación de que todos los ordenadores se vendan con el sistema de filtrado llamado "Dique verde – Acompañante de la juventud".

La excusa para esta nueva medida es, una vez más, proteger la moral de los chinos. El Gobierno del PCCh casi siempre recurre a ella. Aunque fuera cierta habría que denunciarla. Los Estados no tienen ninguna autoridad, más allá de su poder coactivo, para imponer prohibiciones en esta materia. Pero hay más. Desde el mismo momento en el que el filtro viene incorporado de fábrica y son las autoridades las que tienen capacidad de configurarlo sin control de los ciudadanos, del mismo modo en que se puede bloquear el acceso a un sitio pornográfico se tiene capacidad para impedir que los internautas visiten páginas con contenidos "sensibles" desde un punto de vista político. Algo que sin duda ocurrirá en un país sometido al poder de un régimen como el que sufre China.

A lo anterior se suma los excesos moralistas de los censores, que suelen tener una mente más calenturienta que el resto de los ciudadanos y pueden animar la imaginación del público. Es común en España escuchar que, al cortar la escena de Gilda en la que Rita Hayworth se quitaba el guante, los encargados de la censura franquista consiguieron que corriera el rumor de que en la película sin cortes la actriz se desnudaba del todo. Algo parecido ha debido pasar con quienes han configurado el "Dique verde". Este prohíbe entrar o elimina las fotos de sitios turísticos helvéticos, incluidas las imágenes de pacíficos animales pastando. En el título de la novela llevada al cine con nombre de Blade Runner, Philip K. Dick se planteaba: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Tal vez debamos preguntarnos ahora: ¿Se excitan los censores chinos con vacas suizas?

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