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GEES

La casa de los líos

Queremos tanto a la inteligencia que preferimos que haya dos: un servicio interior y otro exterior, complementados ambos por la específica militar. Como todas las democracias de nuestro entorno.

El CNI no tiene solución. Como no la tuvo en su día el CESID que, para sobrevivir institucionalmente, tuvo que cambiar de nombre. Y es que el servicio secreto español, se llame como se llame, siempre se ve salpicado por escándalos que, para más inri, tienen su origen en la propia casa.

Es posible que ya no se recuerde cómo el CESID del general Alonso Manglano fue instrumentado políticamente por el Gobierno de González y acabó cayendo en el "perotismo", esto es, el juego del chantaje a través de documentos secretos elaborados por el propio servicio. Tanto fue así que cuando el PP llegó al poder, allá por 1996, la obsesión de José María Aznar fue sacar al CESID de las portadas de los periódicos. Que no se hablara más de los espías españoles.

Esa tranquilidad apenas se logró en la etapa del general Calderón, cuando el CESID se vio envuelto en nuevos escándalos aunque esta vez, todo hay que reconocerlo, por espiar a HB. Fue descubierto uno de sus pisos francos desde donde se grababa a los responsables de dicha grupo y su huida se convirtió en un vodevil lleno de chapuzas y enfrentamientos con la Guardia Civil.

La ausencia pública del servicio de inteligencia se lograría parcialmente bajo Jorge Dezcallar, el primer civil llamado a dirigir a nuestros agentes secretos. Sin embargo no duraría mucho: con la masacre del 11-M, el ya denominado CNI volvería al primer plano en un mar de confusión y dudas. Lo que informó al gobierno tuvo que ser desclasificado para que se pudiera comprobar que el gobierno actuó de acuerdo a la información que recibía y que, en lo esencial, estaba equivocada.

Bajo el Ejecutivo socialista si el CNI no estuvo en el disparadero desde el comienzo se debió a la excelente relación que cultiva José Bono con los medios de comunicación y que hizo pasar sin pena ni gloria el nombramiento de Saiz como director de la inteligencia española. Como ahora se dice –aunque muy tarde– persona más inapropiada no se pudo encontrar. Inapropiada para las necesidades de información del Estado español, otra cosa eran las necesidades del entonces ministro de Defensa.

Y ahora, bajo la autoridad teórica de la ministra Chacón, el CNI de nuevo a las primeras páginas de los periódicos. Y todo por tres razones: la primera, los desmanes de su director, faceta sobre la que giran todas las noticias; la segunda, que unos espías se hayan puesto de acuerdo para filtrar a un medio dichos desmanes con el objetivo reconocido de acabar con su director. Esto no parece que quiera ser debatido, pero supone un quebranto que se convertirá en chantaje en cuanto ellos quieran, sea quien sea su cabeza; la tercera, la vuelta a una dirección militar del centro. ¿Acaso el PSOE no tiene ningún civil capacitado del que fiarse?

Al general Félix Sanz, una persona que ha dado sobradas pruebas de ser maleable al extremo bajo el paraguas del servicio a la patria, se le encomienda ahora que ponga paz entre los espías y calme sus ánimos. ¡Y nadie dice nada al respecto! ¡Pero en qué país se tienen a espías soliviantados que quitan y ponen directores a su antojo y a quienes hay que contentar sobre todas las cosas!

El GEES ya lo dijo hace muchos años: la única solución efectiva para acabar con los escándalos en el servicio de inteligencia español es acabar con su monopolio informativo. Queremos tanto a la inteligencia que preferimos que haya dos: un servicio interior y otro exterior, complementados ambos por la específica militar. Como todas las democracias de nuestro entorno.

Si el PP no acometió esa reforma fue por acabar primero con la fuerte marejada que existía entre nuestros agentes en su momento. Años más tarde, la marejada sigue ahí, aunque sus causas sean otras. No hay que sacrificarse por contentar a las personas que hacen de su profesión una cuestión corporativa. Cuando Rajoy llegue al gobierno, que saque las lecciones pertinentes y de verdad se adentre en la reforma que la inteligencia española requiere para ser eficaz en todos los sentidos.

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