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Juan Ramón Rallo

España no es la respuesta

¿Qué crisis económica ha evitado la regulación española y su sistema de provisiones contracíclicas obligatorias? Ninguna, de hecho con mucha probabilidad nuestra crisis vaya a ser muy superior a la de Estados Unidos.

Las crisis son épocas proclives para desarrollar disparates. Incluso los economistas "ortodoxos", que viven bien instalados en el conformismo neoclásico, se travisten de telepredicadores para proponer todo tipo de barbaridades a la mínima ocasión: los déficits bélicos de Keynes, los helicópteros dinerarios de Friedman, la creación artificial de nuevas burbujas de Krugman o las tómbolas monetarias de Mankiw, son claros ejemplos de cómo el sinsentido prende en la academia a poco que los hechos desconcierten sus endebles modelos y teorías económicas.

Los políticos, que en última instancia beben de esas turbulentas aguas, tampoco son precisamente una excepción a esta norma. Sus medidas o bien van destinadas a recortar la libertad individual con el pretexto de la crisis o bien están lo suficientemente desenfocadas como para aparentar que todo cambia con el propósito de que, en realidad, todo siga igual.

En este último grupo se enmarca los primeros esbozos de la propuesta de Obama para reformar el sistema financiero estadounidense. Como ya hemos narrado en otras ocasiones, la explicación "oficial" sobre esta crisis es que había una parte muy significativa del sistema bancario que operaba a la sombra de las regulaciones (shadow banking) y, por este motivo, fue capaz de endeudarse muchísimo para realizar pésimas inversiones como las hipotecas subprime.

En principio, una de las medidas que baraja la Administración Obama para regular este "shadow banking" es imponer a todas las entidades financieras que ahorren en "tiempos de bonanza". Básicamente, que cuando la economía está creciendo y los bancos obtengan grandes beneficios, acumulen fondos extraordinarios para cuando lleguen las crisis y tengan que hacer frente a importantes pérdidas.

Se trata claramente de una regulación inspirada en la española y que fue ideada hace más de 15 años por el ex gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo. Como ya indicamos en su momento desde el Instituto Juan de Mariana, la idea tiene cierto sentido (los actuales fondos propios de la banca son del todo punto insuficientes) pero sería un error considerarla como la solución al ciclo económico. Las crisis se producen porque el sistema bancario, comandado por el banco central, se endeuda a corto plazo e invierte a largo, lo que tiene a generar iliquidez, malas inversiones y finalmente insolvencia, como bien pone de manifiesto la Escuela Austriaca.

Obviamente, una mayor dotación de fondos propios paliará en algo la tendencia hacia la insolvencia y ulterior quiebra de los bancos y, sobre todo, limitará su capacidad de expansión crediticia. Es algo que Hayek ya explicó en la década de los 30 pero de lo que muchos siguen sin enterarse. Ahora bien, suavizar algo el ciclo no significa ni mucho menos eliminarlo, por lo que cometeríamos una grave equivocación si creyéramos que con tímidas reformas de este género podemos dar por olvidadas las causas que nos han llevado a la debacle actual. La banca y los políticos no deberían irse de rositas aprobando una regulación del todo insuficiente que dentro de diez años nos vuelva a abocar a otra crisis económica.

Y hete aquí que, en medio de esta complaciente buburja intelectual y política, el padre de este sistema regulatorio en España, el propio Luis Ángel Rojo, ha intentado rebajar las expectativas que ha generado entre la clase política: no, no evitará nuevas y recurrentes crisis. Rojo recuerda que la banca española también se ha comportado alocadamente durante todos estos años a pesar de su "acertada" regulación. Sí, así es.

Pese a que en España sólo ha quebrado formalmente Caja Castilla-La Mancha, no deberíamos olvidar dos hechos importantes: primero, nuestra muy regulada banca ha generado, gracias a su laxitud crediticia, la mayor burbuja inmobiliaria del mundo; segundo, España ha destinado tanto dinero a recapitalizar su banca como Estados Unidos (alrededor del 5% del PIB) y a la luz del FROB parece que todavía necesitará mucho más (casi el 10% del PIB).

¿Por qué entonces se carga contra la desregulación estadounidense y se aplaude al modelo español? ¿Qué crisis económica ha evitado la regulación española y su sistema de provisiones contracíclicas obligatorias? Ninguna, de hecho con mucha probabilidad nuestra crisis vaya a ser muy superior a la de Estados Unidos.

Entonces, ¿a qué viene tanta emoción y esperanzas con estas regulaciones? Todo es o ignorancia o apariencia. Hay que simular que hemos dado con la clave para contentar a las masas y para seguir conservando la parte esencial del sistema: la capacidad privilegiada de que dispone la banca para inflar artificialmente el crédito de los agentes económicos y, sobre todo, del Estado.

O no aprenden o no quieren aprender: el sistema español no sirve, que escuchen a su creador o que observen la situación económica española. Si los políticos de verdad quieren terminar con los brutales ciclos económicos característicos del siglo XX, lo tienen bastante fácil: que regresen al patrón oro, que avancen hacia la auténtica libertad bancaria y que reduzcan el peso del Estado. Tres medidas que les producen tanta urticaria como para vendernos una mercancía estropeada.

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