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Víctor Llano

Curas españoles

Dios bendiga a Eduardo de la Fuente y Mariano Arroyo. Las víctimas de la barbarie comunista no olvidarán su sacrifico. No todos somos capaces de vivir y morir entre los más pobres.

El sacerdote Isidro Hoyos no comulga con la versión oficial castrista que nos vende que el asesinato de Mariano Arroyo no está relacionado con el de Eduardo de la Fuente. Según declaró Hoyos al corresponsal del diario El Mundo en La Habana, se han de valorar dos hipótesis. La primera respondería a la participación en los hechos de "un desequilibrado con la misma forma de proceder en ambos crímenes". La segunda, a la que le comentó la policía de la embajada española: "un crimen ritual, probablemente cometido por la santería satánica".

Hoyos no es el único religioso que no acepta lo que con tanta urgencia difundió la Policía de los Castros. A sus dudas se suman las del misionero Vicente Gutiérrez: "Creo que hay una mano oculta que asesinó a Eduardo. Mariano, por amistad, por cierta culpabilidad por haberle invitado a quedarse en Cuba, ha debido de estar preguntando e investigando por su cuenta. Esa mano oculta no quería que Mariano regresara a España por lo que fuera, por algunas ideas que tuviera o por si movía algo en España".

Quien ya se demora en exigir a los Castro un relato creíble de los hechos es el ministro de Asuntos Exteriores de España. Lo primero que tendría que hacer Moratinos es ponerse en contacto con la policía de la embajada española que le comentó a Isidro Hoyos la posibilidad de que detrás de los dos crímenes estuviera la santería satánica.

Lo que ya les consta a Isidro Hoyos y a Vicente Gutiérrez es lo que no pueden esperar del cardenal Jaime Ortega. Fiel sólo a sí mismo, el arzobispo de La Habana no se demoró en comprar la versión de los que durante medio siglo no han vendido más que patrañas. Es lo que tiene el cardenal Ortega. Más miedo que vergüenza.

Dios bendiga a Eduardo de la Fuente y Mariano Arroyo. Las víctimas de la barbarie comunista no olvidarán su sacrifico. No todos somos capaces de vivir y morir entre los más pobres. Personalmente, tengo mucho que agradecer a los curas aragoneses que en la década de los sesenta me enseñaron en la Iglesia de Los Pasionistas de La Habana que no se puede renunciar a la verdad, a la libertad y a la justicia.

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