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EDITORIAL

Brotes que se marchitarán en otoño

Como el mal economista que criticara Bastiat en su célebre Lo que se ve y lo que no se ve, el Gobierno se limita al "efecto visible", a medidas que tienen un "beneficio inmediato", sin importarle "las consecuencias ulteriores por funestas que sean"

Si hay un claro denominador común en todas las reacciones al anuncio del INEM de que el paro ha descendido en julio en 20.794 personas, es que este buen dato es puramente estacional y en absoluto disipa del horizonte un otoño con fuerte destrucción de empleo. Así lo ha reconocido hasta el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, para quien "no se puede afirmar aún que haya un cambio de tendencia o que la crisis se haya superado" y que "el otoño no será tan positivo como estos tres últimos meses".

Aunque el ministro se quede corto, hay que agradecerle en esta ocasión su relativa sinceridad y realismo si tenemos en cuenta que los primeros "brotes verdes" de mayo nos fueron vendidos, escasos días antes de las pasadas elecciones europeas, como claros síntomas de recuperación y cambio de tendencia.

Con todo, y al margen del aumento de la contratación que caracterizan estos meses, no hay que olvidar tampoco el enorme gasto público que está llevando a cabo el Gobierno con su Plan E para amortiguar con el dinero de los contribuyentes el incremento del desempleo. Así, las obras con cargo al Fondo Estatal de Inversión Local en los municipios españoles ocupan ya a 407.390 personas. Según un comunicado del Ministerio de Política Territorial, hasta el momento se han financiado 29.200 de los 30.772 proyectos aprobados (el 94%), con un gasto de 5.089 millones de euros.

Asimismo hay que tener presente que la última Encuesta de Población Activa desmontó el reiterado maquillaje estadístico que emplea el Ministerio de Trabajo para suavizar los datos reales del paro en España. Así, el INE recogía en la EPA, correspondiente al segundo trimestre, los casi 450.000 parados ocultos que esconden las estadísticas que se han hecho públicas este martes.

Lo más lamentable, sin embargo, es observar cómo el Gobierno permanece impasible, pese a ser también consciente de que no estamos ante un cambio de tendencia y de que nos espera un otoño negro para el empleo, sin decidirse a abordar las numerosas y profundas reformas estructurales que requiere nuestra economía para su pronta y consistente recuperación. Ya hemos visto que el cacareado diálogo social ha quedado en un inmovilista monólogo gubernamental, que sólo confía en los efectos encubridores del gasto público, sin importante sus nocivos efectos en el déficit, en el endeudamiento y en las posibilidades para una recuperación firme y sostenida. El Gobierno fija la atención en los puestos de trabajo que, a corto plazo y transitoriamente, crea esa obra pública, mucha de ella escandalosamente innecesaria. Pero parece no ser consciente que la financiación necesaria para sufragarlo se le ha quitado a la iniciativa privada, menguando sus posibilidades de creación de puestos de trabajo sostenibles y en atención de demandas mucho más reales por parte de los consumidores.

Como el mal economista que criticara Bastiat en su célebre Lo que se ve y lo que no se ve, el Gobierno de Zapatero se limita al "efecto visible", a medidas que tienen un "beneficio inmediato", sin importarle "las consecuencias ulteriores por funestas que sean".

Claro que ya llegará el otoño para hacer estas últimas también visibles.

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