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EDITORIAL

Memoria histórica selectiva

Su ideología será mala, sus recetas llevarán al mayor de los desastres económicos, pero socialistas y comunistas son superiores moralmente a toda persona de derechas por el mero hecho de ser de izquierdas. Si se les quita eso, se quedan sin nada.

El episodio ocurrido en Paraguay el pasado jueves deja al descubierto hasta qué punto es importante para los socialistas evitar cualquier contacto, por más real que sea, con la dictadura de Franco. Presentada por el presidente del Congreso paraguayo como hija de "un alto funcionario del Ministerio de Trabajo durante el franquismo", De la Vega puntualizó nada más subir al estrado que su padre fue, en realidad, "un represaliado". Ambas cosas, sin embargo, son ciertas. El padre de la vicepresidente dejó de ser funcionario con la llegada del franquismo, pero unos años más tardes fue nombrado delegado provincial de Trabajo por el ministro Girón de Velasco, no precisamente un aperturista, sino unos de los miembros más duros del régimen.

¿Por qué saltó tan rápidamente De la Vega a corregir un dato correcto, aunque fuera incompleto, para ofrecer otro igualmente correcto, pero asimismo incompleto? Por la misma razón por la que, por ejemplo, el ex ministro Bermejo aseguró una vez que "tuvimos que luchar contra los padresy ahora tenemos que luchar contra los hijos" habiendo sido su padre secretario general del Movimiento en Arenas de San Pedro. Desde la caída del muro de Berlín, la izquierda en todo el mundo ha estado intentando exculparse de sus fracasos y crímenes históricos y recolocándose en el mapa ideológico. En España, desgraciadamente, no nos ha tocado la mejor de las suertes en esa curiosa lotería.

Así, mientras otras izquierdas occidentales han optado por una suerte de tercera vía menos sectaria y radical, que acepta que puede existir algo bueno en el liberalismo y en otras posturas tradicionales de la derecha pero defiende el consenso socialdemócrata, la izquierda española ha optado por enrocarse en una historia de buenos y malos. Su ideología será mala, sus recetas llevarán al mayor de los desastres económicos, pero socialistas y comunistas, por definición, son superiores moralmente a toda persona de derechas por el mero hecho de ser de izquierdas. Si se les quita eso, se quedan sin nada.

Una de las principales razones de ese sentimento de superioridad moral encuentra sus raíces en la guerra civil y el franquismo. La izquierda salió de la Transición con la convicción de que durante la guerra defendieron no a una dictadura del proletariado al estilo soviético –como declararon los dirigentes tanto del PSOE como del PCE de aquellos años–, sino a la democracia, lo que les otorgaba un marchamo moral del que carecían sus rivales en las urnas. Por el contrario, la larga dictadura y los crímenes que cometió suponían un pecado imposible de lavar para la derecha.

Para mantener esta ficción, los socialistas han aprobado una ley de la memoria histórica para imponer su maniquea historia de buenos y malos y han procurado tanto atacar a los historiadores que han mostrado una visión distinta de la guerra civil. También, en muchos casos, han intentado ocultar sus orígenes o los de su familia, por lo que tenían que ver con la dictadura. Nada excepcional, por otra parte. En un régimen tan largo es natural que un gran número de familias españolas tuvieran a algún miembro que perteneciera al mismo en algún momento de su vida. El problema es que algo tan normal y corriente supone para ellos una contradicción flagrante con el esquema sectario en el que basan toda su acción política. Así que, entre ideología y realidad, muchos optan por la primera. Como De la Vega.

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