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Los hijos devorando a Saturno

los Guardianes de la Revolución no sólo salen reforzados, sino que empiezan a considerarse los únicos amos de la revolución jomeinista. Ya no son simples guardianes, han pasado a ser la revolución misma. ¿Es el fin del sistema de los clérigos en Irán?

En febrero de 1979, con Jomeini recién instalado en Teherán tras largos años de exilio y dispuesto a llevar a cabo su sueño islamizante, el verbo islámico se hizo carne bajo la forma de los Guardianes de la Revolución. Al comienzo, medio centenar de aguerridos seguidores de Jomeini, cuya misión no era sino protegerle a él, a su familia y a los líderes de la revolución islámica que pretendían llevar a cabo en Irán.

Con el tiempo, ese medio centenar de fieles, apenas con entrenamiento militar profesional, se multiplicó hasta llegar a ser lo que es hoy, no sólo un ejército con más de 30.000 soldados, sino un Estado dentro del Estado. No sólo tienen tanques, aviones y barcos, sino que controlan asuntos tan importantes como el programa nuclear y buena parte de la riqueza del país. El bazar es el comercio al detalle, mientras que ellos son ya los mayoristas.

Sus líderes nunca han sido clérigos o teólogos de reconocido prestigio, pero eso no quiere decir que no sean religiosos o que no crean en el sueño de Jomeini: hacer de Irán una república islámica, foco y motor de una revolución universal cuyo destino no es sino implantar la ley coránica en el mundo.

Sus líderes han estado siempre al servicio de los ayatolas en los que veían la imagen de su padre fundador, Ruhula Jomeini. Y a diferencia de buena parte del clero iraní, siempre han apostado por detentar posiciones de poder. Para ellos, la religión no puede estar separada de la administración ni del ejercicio del poder. De ahí su callado pero constante ascenso a posiciones dominantes dentro del aparato de estado.

Su culmen vino con el ascenso a presidente de Mahamud Ahmadinejad en 2005 y, sobre todo, con el claro escoramiento del actual líder supremo, Alí Jamenei, hacia las posturas radicales de éste, en contra de las voces más moderadas o pragmáticas dentro del establishment clerical. Precisamente por ello, es ahora cuando el enfrentamiento entre las diversas facciones del régimen de los ayatolas se ha hecho patente tras las elecciones del pasado 12 de junio y la reelección de Ahmadinejad, que los Guardianes de la Revolución no sólo salen reforzados, sino que empiezan a considerarse los únicos amos de la revolución jomeinista. Ya no son simples guardianes, han pasado a ser la revolución misma y, por tanto, ellos y sólo ellos pueden dictar lo que es correcto o no.

¿Quiere esto decir que es el fin del sistema de los clérigos en Irán? Definitivamente no. Es la religión jomeinista lo que les otorga a los Guardianes su legitimidad. Pero claramente a partir de ahora veremos un régimen más militarista, con menores escrúpulos ideológicos y de una aplastante lógica de poder, puro y duro. De ahí el atrevimiento de intentar sentar en el banquillos a los llamados moderados, hasta ayer parte consustancial del régimen. Sólo que en el Irán de los Guardianes, hasta ayer, ayer, hoy y mañana son cosas bien distintas. Los hijos de la revolución acabarán por comerse al padre.

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