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George Will

Legalicemos el juego online

Puede que el juego sea moralmente reprobable, pero nunca deberíamos plantearnos restringir una actividad humana universal que no perjudica a nadie.

Howard Lederer, alias the Professor, es un jugador profesional de póker, no alguien a quien le gusta apostar. Si el Congreso algún día establece esta distinción, rectificará uno de sus mayores errores recientes.

En el año 2006, el Congreso ilegalizaba en la práctica el juego en la red al prohibir que los bancos o las entidades de emisoras de tarjetas de crédito procesaran los pagos de las apuestas online. Se impedía así que ña competencia online se quedara con parte de la clientela de uno de los promotores más agresivos del juego y de las apuestas: los gobiernos estatales. Estas administraciones se han vuelto cada vez más adictas a la recaudación de lotería –en 2007, los 42 estados que participan en este negocio gastaron 520 millones de dólares en promocionarlas– y a los ingresos derivados de los impuestos sobre otras formas de juego. La ley eximía a las loterías estatales online y a dos poderosos y activos grupos de presión: los de apuestas virtuales para carreras de caballos y otro de simulaciones deportivas.

Tras convertir el juego en objeto de la política social –en otros tiempos fue considerado un pecado– el gobierno está mostrando ahora su lado más imbécil al criminalizar su expresión virtual. De acuerdo, hay muchas personas adictas a apostar (aunque no tantas, ni de lejos, como adictas a las grasas). De acuerdo, el juego resulta adictivo para una pequeña minoría (aunque no tan adictivo, ni de lejos, como el tabaco o el alcohol). De acuerdo, el juego es moralmente cuestionable cuando sólo consiste en la búsqueda improductiva de ganancias sin haber trabajado (aunque el juego produce placer para decenas de millones de estadounidenses que lo han convertido en un pasatiempo habitual). Pero, pese a todo, nunca deberíamos plantearnos restringir una actividad humana universal que no perjudica a nadie.

Y esto es una cuestión distinta a la que están planteando Lederer y la Alianza de Jugadores de Póker, que es que meter al póker online en el mismo cajón que las apuestas virtuales constituye un error garrafal del Congreso. En opinión de Lederer, el Congreso debería revisar el trabajo de John von Neumann (1930-1957), el matemático de origen húngaro que, tras trabajar para el Proyecto Manhattan, se convirtió en un intelectual especializado en la defensa de la relevancia de la teoría de juegos para el pensamiento estratégico. El ajedrez implica lógica; la ruleta teoría de la probabilidad. El póker supone lógica, probabilidad y algo útil en estrategia militar y diplomática: ir de farol.

El libro de Von Neumann Theory of Parlor Games (1928) y el escrito junto a Oskar Morgenstern Theory of Games and Economic Behavior (1944) sentaron las bases de la teoría de juegos. Otro de los jugadores profesionales actuales más importantes, Chris Ferguson, es hijo de una matemática y de un profesor de Teoría de Juegos en la Universidad de California.

Cuando se juega al ajedrez, insiste Lederer, se da una simetría en la información: ambos jugadores tienen toda la información relativa a la ubicación de las fichas sobre el tablero y ambos ignoran en la misma medida las intenciones del contrincante. Es posible programar un ordenador para "jugar" una compleja partida de ajedrez, pero no de póker, donde las cartas del oponente no se muestran.

Lederer piensa que si se realizara un escáner cerebral a un jugador de póker, se revelaría una cierta iluminación del lóbulo central, mientras que el lóbulo de alguien que esté mirando la televisión mostraría un azul oscuro. Un jugador de póker –al contrario de un aficionado a la ruleta o a la lotería– está intentando aplicar las habilidades adquiridas mediante la experiencia para incrementar la probabilidad de ganar cada mano.

Hijo de un profesor de inglés del Colegio de San Pedro de New Hampshire, Lederer decidió dedicar un año a estudiar el juego del ajedrez antes de matricularse en la Universidad de Columbia; así descubrió el póker. Empezó el curso en Columbia pero lo abandonó por haber encontrado su auténtica vocación. Ya ha ganado alrededor de cinco millones de dólares.

¿Pero qué interés puede tener Lederer en que se legaliza el póker online? Al fin y al cabo, él juega mucho más en torneos reglamentarios que por internet. Su interés tiene tres vertientes: primero, sus ideas liberales –vive en Las Vegas, donde casi cualquier cosa es legal– y se siente ofendido de padecer un gobierno paternalista e intervencionista. En segundo lugar, quiere facilitar el acceso a los placeres del póker a tanta gente como sea posible. Tercero, conforme vayan aumentando los jugadores de póker, habrá un mayor número de competidores y también se incrementará la audencia televisiva de los torneos profesionales; por consiguiente, existen muchos beneficios potenciales. Este año, según Lederer, hubo 6.494 jugadores registrados en la Final del Torneo Mundial de Póker, alrededor de 1.000 menos que en 2006, a causa en gran medida de que muchos jugadores solían costear la cuota de inscripción de 10.000 dólares ganando ese dinero en partidas online.

En el póker hay que saber cuándo conservar las cartas y cuándo deshacerse de ellas. El Congreso probablemente debería deshacerse de sus interferencias sobre el juego online y, sin duda alguna, debería apartar sus manazas de la libertad de los estadounidenes para ejercer por internet sus habilidades en el póker.

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