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Emilio Campmany

¿En qué se parece España a Afganistán?

La estrategia desplegada por Karzai para vencer en estas elecciones está calcada de la que Zapatero lleva aplicando nueve años en España para ganar primero el Congreso de su partido y luego dos elecciones generales.

En más de lo que parece. Allí tienen ahora elecciones. Probablemente, el vencedor será Hamid Karzai. El parecido estriba en que la estrategia desplegada por Karzai para vencer en estas elecciones está calcada de la que Zapatero lleva aplicando nueve años en España para ganar primero el Congreso de su partido y luego dos elecciones generales.

Afganistán es un país donde conviven diversas etnias. La mayoritaria es la pastún, a la que pertenecen los talibanes, pero hay muchas más. El rival más directo de Karzai, el antiguo ministro de Asuntos Exteriores, Abdulá Abdulá es de origen tajiko, como el 35% del país. Sin embargo, Abdulá ha tratado de pasar por encima de estas diferencias prometiendo progreso y libertad para todos los afganos. Ha sido un error y lo pagará con la derrota. Hamid Karzai, que ha tomado lecciones de democracia en La Moncloa, ha aprendido que, cuando la población está más preocupada por los intereses de su etnia que por los generales del país, la mejor forma de garantizarse la victoria es prometer a todas ellas que esos intereses se atenderán, resulten o no compatibles unos con otros. Por eso se ha aliado con varios señores de la guerra de distinto origen étnico, el tajiko Mohamed Qasim Fahim, el hazara Karim Jalili y muy recientemente el uzbeko Abdul Rachid Dostum, traído a uña de caballo de su exilio en Turquía a instancias del propio Karzai. Para tener más contenta a la etnia hazara, de religión chiíta, el presidente les aprobó una ley conforme con su fe para que los maridos puedan legalmente privar de alimento a sus mujeres cuando las muy farotas se nieguen a prestarles los servicios sexuales a los que les obliga su condición de esposas. Karzai aprende rápido.

Nuestro presidente, un diputado socialista del montón, silente durante varias legislaturas, se hizo con la secretaría general de su partido apoyándose en las "etnias" andaluza y catalana. Los "señores de las guerra" de estas "etnias" llevan lustros preocupándose por preservar el poder alcanzado en sus territorios a base de prometer a los electores de allí que extraerán del Estado todo cuanto puedan en beneficio de sus regiones. Necesitaban a un Zapatero dispuesto a darles cuanto pidan. La operación salió asombrosamente bien, pues el desconocido diputado leonés derrotó a varios pesos pesados del partido, entre los que se encontraba el hábil José Bono. Con esta técnica, y con la ayudita del 11-M, Zapatero ganó también las primeras elecciones generales a las que se presentó para presidente del Gobierno. Esta vez no fueron los socialistas andaluces y catalanes, sino los electores de estas dos regiones los que le votaron a manos llenas, no tanto por ser socialista, sino porque a unos les prometió más subsidios y a otros que no serían ellos quienes los pagarían. Volvió a ganar en 2008 con las mismas armas y cada vez son más quienes, no sólo en Andalucía y Cataluña, votan al que les prometa amparar mejor sus intereses regionales. ¿Por qué el PP gana siempre en Valencia y Murcia y el PSOE lo hace en Aragón? ¿Es que el Levante es una cueva de fascistas y Aragón un semillero de rojos? En absoluto. La clave es el agua. Votan en un sitio a quien promete llevársela y en otro a quien dice que la dejará donde está. Karzai sabe muy bien en qué terreno juega. Y Zapatero, también.

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