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EDITORIAL

Ni limitada, ni temporal

El último clavo en el ataúd de nuestro aparato productivo viene con este anuncio de una subida "temporal y limitada" de impuestos; un matiz sin significado alguno pero que transmite una falsa sensación de prudencia por parte del Ejecutivo.

Uno de los motivos por los que George Bush padre perdió las elecciones frente a Bill Clinton en 1992 fue, probablemente, la subida de impuestos que llevó a cabo dos años después de que hubiese prometido durante la campaña electoral que nunca lo haría.

Es lógico y no cabe esperar otra cosa. El máximo mandatario de un Estado debe gozar de la confianza más o menos implícita de los ciudadanos; en caso contrario, el riesgo de que gobierne en contra de los deseos y de las necesidades de las personas –esto es, el riesgo de que se tiranice– se instala en la vida política. Estados Unidos, una democracia madurada, nunca perdonó a Bush padre que mintiera de manera tan descarada.

En España, sin embargo, estamos más o menos acostumbrados a que nos mientan con el orgullo de los pillos sin que nadie se sorprenda ni tenga intención de reaccionar. Bush padre tuvo al menos la prudencia de esperar dos años desde que prometió no subir impuestos hasta que se decidió a hacerlo. Zapatero apenas ha aguardado unos meses en anunciar subidas impositivas desde que juró que no lo haría: no sólo eleva, pues, el grado de burla contra los españoles, sino que, sobre todo, despeja cualquier duda sobre si nos mitió (es decir, de si era consciente en su momento de que no estaba diciendo la verdad).

Al fin y al cabo, sería explicable –aunque difícilmente justificable– que un político rompa un compromiso adquirido si las circunstancias varían de manera muy drástica. ¿Qué ha cambiado, no obstante, desde que Zapatero prometió que no se subirían otros impuestos? Realmente nada, si acaso –y según el propio Gobierno– desde entonces han comenzado a surgir brotes verdes que deberían haber mejorado las condiciones para no incrementarlos.

Por consiguiente, Zapatero ha vuelto a recurrir a la mentira, cada vez menos disimulada, como vehículo de la política económica: primero, aparentar que no pasa nada; luego, comenzar a lanzar globos sonda para preparar el terreno; y finalmente, devolver a los españoles a la cruda realidad como si nunca se hubiera salido de ella, pero dejando tras de sí el perfume del buenismo y el optimismo antropológico.

Pero si algo nos va a sacar de esta crisis no serán los deseos, sino las decisiones: especialmente las de las familias y empresarios, si es que no se ven entorpecidos por el Gobierno. Y lo cierto es que Zapatero lleva dos años de pasividad en el mejor de los casos –no ha resuelto ninguno de los grandes problemas que padece España y que agravan la crisis– y de alocada actividad en el peor –políticas de estímulo de gasto público que sólo han contribuido a incrementar la deuda pública. Esto es, por acción u omisión, el Gobierno del PSOE ha convertido una recesión, ya muy grave de por sí, en toda una depresión con pocos visos de mejorar.

El último clavo en el ataúd de nuestro aparato productivo viene con este anuncio de una subida "temporal y limitada" de impuestos; un matiz sin significado alguno (ya que una subida ilimitada y permamente sería equivalente a implantar el comunismo) pero que transmite una sensación de prudencia por parte del Ejecutivo.

Sin embargo, por muy limitada y temporal que se diga que va a ser, difícilmente un déficit público como el español, que teminará el año en torno al 10% del PIB, va a poder contrarrestarse con incrementos tributarios poco apreciables. Por ponerlo en perspectiva, un 10% del PIB son 100.000 millones de euros y la recaudación de IRPF en 2008 fue de 70.000 millones. Por consiguiente, necesitaríamos incrementar la recaudación del impuesto de la renta más de un 100% para eliminar nuestro galopante déficit público si es que el Gobierno no se decide a recortar drásticamente el gasto.

En definitiva, la hipócrita trayectoria de Zapatero, unida a la dramática realidad, bien parece sugerir que estamos ante un nuevo embuste socialista cuando se nos insinúa que el aumento de las cargas públicas no será muy sustancial. Pero entonces, si es verdad que finalmente Zapatero sólo incrementa los impuestos de manera moderada y no consigue equilibrar el presupuesto reduciendo el gasto, tengamos presente que el déficit público restante supondrá impuestos más elevados en el futuro, con lo que la subida tendría poco de temporal. En cualquier caso, pues, el presidente del Gobierno recurre a la mentira para esconderse de la realidad.

Quienes, por desgracia, no podremos refugiarnos de la cada vez mayor voracidad del Ejecutivo y de la crisis agravada por él seremos el resto de los españoles. Puede que el engaño suene como música celestial para muchos, pero tendrán que apechugar con las consecuencias de ese irracional apego a un mundo de fantasía.

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