Menú
GEES

¿Tiene Europa solución?

Resulta imprescindible el relevo de las élites dirigentes y su sustitución por una nueva clase política e intelectual que acabe con la mediocridad de la actual élite europea.

El siguiente artículo ha sido solicitado al autor por los oyentes de Es la Mañana de Federico.

Como muchos lectores de Libertad Digital y oyentes de esRadio conocen, en el celebrado informe de este mismo año Ante la decadencia de Europa, el GEES ha radiografiado la situación actual de Europa, mostrando la realidad con todo su dramatismo, y proponiendo algunas de las reformas indispensables para remontar las dificultades de Europa. En cuanto a la realidad europea hoy, puede resumirse en cinco crisis superpuestas, que se retroalimentan entre sí:

Primero, una crisis demográfica galopante: los europeos no tienen hijos suficientes para garantizar el relevo generacional. A mitad de siglo, serán pocos y envejecidos. Segundo, una parálisis económica: los europeos trabajan menos y producen menos que, por ejemplo, los norteamericanos. Razón por la cual tardarán más en salir de la crisis. Tercero, una crisis institucional profunda, que afecta tanto a las instituciones comunitarias –convertidas en una maraña burocrático-institucional–, como a las instituciones de los países europeos, cada vez más deslegitimadas ante los ciudadanos, y pobladas de una clase política que se caracteriza por la mediocridad cívica e intelectual. Cuarto, una crisis social,que se ejemplifica en el fracaso del multiculturalismo y el auge de comunidades al margen de la ley y sometidas al fanatismo ideológico-religioso, caldo de cultivo para el terrorismo islámico. Quinto, una crisis estratégica, que hace que Europa deambule por el mundo sin objetivos, sin ambición, con una actitud entre egoísta y temerosa, voluble ante sus enemigos y poco de fiar ante sus aliados.

Bajo todas estas crisis subyace una crisis cultural profunda: los europeos han dejado de creer en algo, les da igual una cosa que otra y no creen que nada valga la pena. Ni siquiera ellos, su pasado y su sociedad. Han sucumbido a dos actitudes suicidas; el relativismo intelectual, la convicción de que la verdad no es importante y depende de intereses y preferencias; y el relativismo moral, la creencia de que el bien o el mal son relativos a cada cual. Al actuar así, no sólo han dado la espalda a los tres pilares de la civilización europea –la filosofía griega, la moral judeo-cristiana, el derecho romano–, sino que los está corroyendo, llegando al extremo de ir eliminando el cristianismo de la vida pública mientras su lugar lo ocupa progresivamente la religión islámica.

A inicios del siglo XXI, Europa presenta todos los elementos de una crisis civilizacional, aquellas que arrastran a una civilización al fondo de la historia. Cuándo comenzó es discutible –si en el siglo XX, tras la primera o segunda guerras mundiales, con la postmodernidad– pero no el hecho de que Europa está hoy más débil que nunca, desganada ante sus enemigos –que los tiene– y en un momento en el que amenazas totalitarias la rodean por fuera y por dentro.

¿Tiene Europa solución o estamos destinados a perecer y convertirnos en una civilización del pasado? Desde luego, no existe ninguna maldición que empuje a Europa a desvanecerse. Es verdad que historiadores y filósofos han hablado de un ciclo vital para las civilizaciones: nacen, crecen, se extienden y mueren. Pero aún siendo esto cierto, nada nos permite afirmar que Europa esté irremediablemente en su fase terminal. No hay lugar para el derrotismo, porque como en todo lo relacionado con el ser humano, el futuro de Europa depende aún de los europeos, los que aún deciden sobre su futuro.

¿Por donde empezar? Las élites dirigentes europeas son consecuencia de la crisis cultural europea, y causa de ella al mismo tiempo, al intensificarla desde las instituciones. Es aquí por donde hay que romper el círculo vicioso. Resulta imprescindible su relevo y su sustitución por una nueva clase política e intelectual que acabe con la mediocridad de la actual élite europea. Ésta se caracteriza por varias cosas: falta de liderazgo y de responsabilidad histórica en los políticos; pereza intelectual, falta de ambición y de heroísmo en las elites culturales europeas. Contra ellos, Europa remontará el vuelo sólo con un liderazgo político firme y ambicioso que tenga conciencia del valor de la tradición y las instituciones europeas, y con un reconocimiento de la superioridad de la sociedad libre sobre cualquier otra; y con una ambición intelectual y moral que saque la cultura europea de la miseria en la que hoy se desenvuelve.

¿Difícil? Sin duda. Revolucionario más bien. Observando a Berlusconi, Sarkozy o Zapatero, las ganas de hacer algo se nos quitan de la cabeza. Pero si hay solución, está por ahí, lejos de ellos, en las universidades, en las empresas, en las familias. Allí donde aún se respetan la verdad y el bien, la tradición, el pasado, la razón. La esperanza europea pasa por allí. Sin ella, el suicidio está asegurado.

En Sociedad

    0
    comentarios
    Acceda a los 1 comentarios guardados