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Ángel Martín Oro

Hipocresía, improvisación e incertidumbre

Amity Shlaes califica a Roosevelt de tipo imaginativo que utilizaba gran parte de improvisación y altas dosis de incoherencia para ejecutar e idear sus medidas y políticas económicas. En esto no se distinguiría demasiado de nuestro presidente Zapatero.

Personalmente, no soy dado a estar muy atento a las declaraciones de los políticos y mucho menos a elogiarlas, pero esta vez Rosa Díez ha dado en el clavo criticando a la pasiva, hipnotizada y chapucera "oposición" del PP. Lo de los populares cada vez resulta más vergonzoso y recuerda a aquellas personas que se levantan sobre las demás con aires de superioridad para criticar con la boca lo que luego ellos practican con sus acciones. Menos mal que por lo menos hay alguien como Rosa Díez, quien en este caso, se ha encargado de poner las cosas en su sitio, y sobre todo, poner al PP donde se merece.

Tanto Mariano Rajoy como otros miembros del PP han criticado en más de una ocasión las medidas anticrisis del PSOE por ser "improvisadas", meras ocurrencias (sin tener ningún plan detrás) que un buen día aparecen por la mente de los políticos socialistas y al día siguiente se publican en el BOE para recordarnos el excelentísimo estado de salud de nuestra sociedad y el elevado grado de libertades individuales de las que disfrutamos en este país. Como apuntaba alguien, estas críticas sólo van a la forma y no al fondo de las medidas. Lo ideal sería que el énfasis principal fuera dirigido hacia el contenido de las propias políticas intervencionistas que no hacen más que retrasar la recuperación y empeorar los problemas. Pero visto lo visto, esto es demasiado pedir a una oposición inexistente e hipócrita.

Sin embargo, ¿hasta qué punto es importante la forma con que se aplican y ejecutan las políticas económicas? Al fin y al cabo, las percepciones que se transmiten hacia los inversores no deben de ser del todo irrelevantes. Pues bien, dejando de lado la incoherencia del PP, sí creo que tiene sentido la crítica de la "improvisación" de las políticas económicas, aunque imagino que el sentido de quien escribe estas líneas no es exactamente el mismo que el de Rajoy.

Desde el punto de vista teórico, la estabilidad de las normas y reglas del juego de un país es una característica importante para favorecer el crecimiento económico. Es cierto que un sistema socialista, por muy estable que fuera, sería un caos debido al problema de la imposibilidad del cálculo económico tal y como advirtieron Mises y Hayek . Aun así, habría que ver qué estabilidad real de normas existiría en tal sistema, ya que primaría la total arbitrariedad del poder político.

Dejando de lado esta objeción, un panorama de regulaciones cambiantes y volátiles es más dañino que un panorama de regulaciones invariables, manteniendo las demás circunstancias constantes. Piense en los costes que introducen los cambios de adaptación a nuevas leyes y regulaciones: primero hay que leerlas o entenderlas, algo que no es fácil dada la maraña administrativa y burocrática que caracteriza a nuestro sistema, y segundo, hay que aplicarlas, lo que siempre supone un coste al empresario.

En el caso de la situación actual, la improvisación en las políticas económicas implica que los inversores y agentes económicos sufren de una incertidumbre sobre las reflas del juego muy perjuidicial, artificialmente creada por los legisladores y que tiene poco que ver con lo que sucede en el mercado, ni siquiera en los tubulentos tiempos de crisis.

Desde el punto de vista histórico, y a caballo con lo anterior, el economista-historiador Robert Higgs acuñó el concepto de "incertidumbre de régimen" (regime uncertainty) para explicar la situación de elevada incertidumbre acerca de cuál sería el marco institucional y estructura de los derechos de propiedad del futuro que tuvo lugar en la década de los años 30 durante la administración Roosevelt; con este argumento justifica la prolongada duración de la Gran Depresión.

Asimismo, la autora Amity Shlaes en su libro sobre este tema, The Forgotten Man, califica a Roosevelt como un tipo imaginativo que utilizaba gran parte de improvisación y aleatoriedad, junto a altas dosis de incoherencia, para ejecutar e idear sus medidas y políticas económicas. En esto no se distinguiría demasiado de nuestro presidente Zapatero. Shlaes sostiene que los inversores y empresarios temían a Roosevelt por sus constantes giros de políticas y las presiones que imponía sobre los generadores de riqueza. De hecho, algunos de los miembros de su gobierno y camarilla tenían serias dificultades para encontrar coherencia en las diferentes declaraciones y medidas del presidente.

En la actualidad, hay pocas dudas de que las arbitrarias y masivas intervenciones públicas –comoselectivos rescates de entidades financieras– sobre los mercadoshan creado elevadas dosis de incertidumbre. ¿Dónde dirigirá próximamente el Gobierno su dinero? ¿Rescatará más bancos, más aseguradoras? ¿Subvencionará a empresas? ¿Impondrá nuevas tarifas o medidas proteccionistas? ¿Qué diantres será eso de la "economía sostenible"? ¿A quién irá a parar el dinero? Todas estas son preguntas inciertas, que en presencia de un verdadero mercado libre, no sería necesario que nadie en particular respondiera: serían las elecciones de millones de individuos en el mercado las que dirigirían qué sectores se expanden y cuáles se reducen.

En Libre Mercado

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