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Ignacio Moncada

Bestias heridas

El conflicto, casi con toda seguridad, está llamado a ser resuelto por la vía corrupta. Es decir, mediante alguna que otra concesión gubernamental o una generosa subvención con cargo al contribuyente.

El PSOE y Prisa son dos empresas que han fraguado su crecimiento en simbiosis. El Partido Socialista protege el monopolio del grupo mediático mientras disfrute de un incondicional seguidismo político. Pero esa relación ha creado tal exceso de dependencia mutua, que ahora que vienen turbulencias ambos corren el riesgo de que se desinfle su aparente posición consolidada. Es como si se hubiera creado una burbuja político-mediática en la que sólo el poder mantenía en pie dos entidades permanentemente mal gestionadas.

Ahora se ha abierto una vía de escape que debilita esa interesada relación. Zapatero ha intentado en los últimos tiempos reducir la dependencia que tiene del grupo de los Polanco. Ha alimentado a otro grupo más leal, más plagado de amigos fiables, hasta convertirlo en otro imperio mediático con pies de barro: Mediapro. Y hay que decir que Prisa ha aguantado el tipo. Ha seguido apoyando la nefasta gestión del Gobierno socialista en la crisis, que nos está arruinando a todos, y ha mantenido toda su artillería apuntando a la calle Génova, encadenando portadas contra el PP por hechos y por ficciones. Pero en esta última semana, ambos grupos se han echado un órdago y llevan un farol en la mano.

En agosto el Consejo de Ministros aprobó un decreto que acababa con la hegemonía de Prisa en el mundo de la televisión de pago. Desde entonces, los cañones de El País y los morteros de la SER han procurado intimidar a Zapatero para hacerle cambiar de parecer. Y según se acercaba el día de la aprobación en el Congreso del decretazo mediático, mientras las andanadas propagandísticas silbaban por la calle Ferraz, tres impactos han hecho tambalear los cimientos de La Moncloa. El primero fue el especial del dominical salmón de El País titulado A la deriva, que mostraba en portada a Zapatero al timón de una España que hacía aguas. Y a continuación, dos editoriales consecutivos llevados a portada, que completaban una enmienda a la totalidad de la gestión del Gobierno de la crisis. Es decir, de lo que llevamos de legislatura.

Cuenta Casimiro García-Abadillo en El Mundo que el consejero delegado de Prisa, Juan Luis Cebrián, presumía de controlar el Consejo de Ministros durante las negociaciones de fusión con Mediapro. Es el farol con el que juega, pero tiene base cierta. Porque, aunque no sea capaz de dictar directamente lo que debe escribir el Gobierno en el BOE, sí que puede, desde la página de editoriales de El País, sacar al PSOE de La Moncloa. Con que insinúen de vez en cuando que Zapatero es incapaz de gestionar una crisis económica y que de pasada se les escape que el PP no está tan mal, pueden cambiar los votos suficientes para darle a Rajoy la presidencia del Gobierno.

Pero, como digo, no es más que un farol. Prisa no puede sobrevivir a medio plazo sin la protección del PSOE, y menos ahora. Tampoco el PSOE estaría muy cómodo sufriendo las andanadas permanentes de los medios polanquistas. El fuego amigo, que decía González. El conflicto, casi con toda seguridad, está llamado a ser resuelto por la vía corrupta. Es decir, mediante alguna que otra concesión gubernamental o una generosa subvención con cargo al contribuyente. Porque aunque desde Prisa se propague el socialismo, lo que necesitan es una inyección de capital.

Pero en el corto plazo, ante la incertidumbre, Prisa y el PSOE pueden reaccionar como dos bestias heridas. O sea, de forma imprevisible. Puede que con violencia mediática. Tal vez con una huida hacia adelante en lo político, como un jabalí alcanzado por la bala de un cazador, embistiendo a todo lo que pueda parecer una amenaza. Sin estrategia ni lógica alguna. El tiempo dirá si ambos grupos evitan que se desate una crisis empresarial en la que unos pueden quedarse sin su monopolio, y los otros sin La Moncloa. Pero si algo hay seguro es que serán los ciudadanos los que, al final, acaben pagando la cuenta.

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