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Raúl Vilas

Todo, todo, todo, comandante

Ningún cubano ha muerto devorado por los tiburones empujado por sus ansias de paz. Es la libertad, idiotas, la libertad. La que el coma-andante lleva cincuenta años pisoteando.

Resulta muy fácil dar lecciones de ponderación al abrigo de una exitosa columna de un diario de tirada nacional. Es un concierto, no debe politizarse, se le exige a quienes llevan cinco décadas desterrados. Por lo que hemos leído en la prensa de estos días, sólo un fanático, un reaccionario resentido, un gusano en definitiva, puede ver connotaciones políticas en un acontecimiento de repercusión internacional, que se celebró en una plaza que lleva el nombre de la "revolución". Esa que ha hundido al pueblo cubano en la mayor de las miserias imaginables, la material y, sobre todo, la moral.

Pero los gusanos son muy tercos. No se les ha ocurrido nada menos que pedir a Juanes y Bosé un posicionamiento firme, claro e inequívoco frente al terror institucionalizado por los hermanos Castro. Como respuesta, ni una palmadita en la espalda a una disidencia machacada a diario por el régimen, ni una mención a los cientos de presos políticos que se pudren en unas celdas que harían de Guantánamo un hotel de cinco estrellas. Todo, todo, todo para agradar a los verdugos. Nada, nada, nada para las víctimas.

Hay equidistancias imposibles. En Bilbao y en La Habana. O estás con la libertad o con la tiranía. El término medio frente al crimen conduce a la complicidad, cobarde e hipócrita. Tres valores muy en boga en esta España de Zapateros y Marianos.

El slogan del show no pudo ser más revelador: Paz sin fronteras. La paz como coartada. Nada nuevo bajo el sol. De los 25 años de paz franquista, a la ascensión del miserable De Juana al olimpo de los hombres de paz. Todo liberticida apela a ella para legitimar sus pretensiones totalitarias. La paz perfecta es la dictadura infinita. La de la granja, la de Orwell.

En Cuba no falta paz, sobra. El abuelo que en el centro de La Habana prostituye a su nieta menor de edad, lo hace por un tubo de pasta de dientes, no por carencia de paz. La cartilla de racionamiento no la impone un conflicto bélico más allá de las fronteras de la isla-cárcel. Ningún cubano ha muerto devorado por los tiburones empujado por sus ansias de paz. Es la libertad, idiotas, la libertad. La que el coma-andante lleva cincuenta años pisoteando. El mismo al que vosotros, Juanes y Bosé, habéis complacido en todo, todo, todo.

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