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Manuel Llamas

Políticamente incorrecto

¡Y qué decir de los sindicatos! Potentados burgueses que conducen coches de lujo y viven a cuerpo de rey mientras denuncian a viva voz la explotación del proletariado con el puño en alto.

Basta ya de palabras medidas y discursos moderados; mentiras a medias y verdades difusas; basta ya de circunloquios y subterfugios; de palabrería barata adornada con bellas palabras y soplos de optimismo falso; entierren la demagogia manida en el fondo de un pozo y olvídense de una vez por todas de los cálculos electorales y del anclaje a la poltrona... Ya es hora de dejar atrás lo políticamente correcto.

España necesita un revulsivo para despertar del engañabobos al que nos tiene acostumbrado la inepta clase política de este país, un líder empresarial o institucional valiente que sea capaz de decir lo que realmente piensa, con la verdad por delante y sin miramientos. Día sí y día también saltan a la luz opiniones diversas de responsables políticos, sindicales y empresariales acerca de la difícil situación y pocos, por no decir ninguno, se saltan el guión preestablecido por el pensamiento único dominante.

El gobernador del Banco de España anima a Zapatero a reformar el mercado laboral, por vigésima vez, pero no se moja a la hora de reclamar la eliminación de la negociación colectiva que tanto encorseta al empresariado español, o una rebaja sustancial en el coste del despido, o la flexibilización total de la contratación laboral. De hecho, Miguel Ángel Fernández Ordóñez defiende la subida de impuestos aprobada por el Gobierno. Eso sí, siempre y cuando esa mayor recaudación se destine a reducir el déficit.

Ordóñez, el mismo que está permitiendo a las entidades financieras ocultar su morosidad real con engaños contables. De la misma calaña es José Viñals. El ex subgobernador del Banco de España se atreve ahora a dar consejos de prudencia crediticia y bancaria desde su nuevo cargo en el Fondo Monetario Internacional tras su nefasta gestión al frente de la supervisión del sistema español.

El ex ministro Jordi Sevilla, por su parte, discrepa de su antiguo jefe de filas y critica, vagamente, unos Presupuestos Generales cuya falsedad y engaño son más que evidentes. La patronal de empresarios se contenta con disparar balas de fogueo contra la política económica del Gobierno. Acepta subir los salarios, pese a que deberían bajar, no se revuelve contra el aumento de la presión fiscal, apenas se limita a pedir tímidamente una reforma light del mercado laboral no vaya a ser que los ministros se nos enfaden.

¡Y qué decir de los sindicatos! Potentados burgueses que conducen coches de lujo y viven a cuerpo de rey mientras denuncian a viva voz la explotación del proletariado con el puño en alto. Nadie mejor que un líder sindical sabe aplicar el dicho aquel de en boca cerrada no entran moscas, y el tan acertado no muerdas la mano que te da de comer.

La oposición, por supuesto, no se queda atrás. La cúpula del PP no habla, tan sólo se limita a contemplar y esperar a que la manzana podrida se caiga del árbol sin apenas menear el tronco. Ni una palabra sobre la necesaria reducción drástica del gasto público; concreción nula a la hora de exigir reformas estructurales para incentivar la mermada competitividad de nuestra economía... Al contrario. Los populares tan sólo se mueven para pulsar el botón verde y apoyar así al PSOE en la aprobación del PER nacional para parados, el rescate de Caja Castilla-La Mancha haciendo uso de los impuestos de los contribuyentes o la creación de un fondo de rescate bancario dotado con casi 100.000 millones de euros cuya transparencia es nula.

Mentiras, engaños y falsas promesas son los ingredientes básicos que conforman el discurso de los representantes políticos y sociales. ¿Para eso pagan impuestos los españoles? Son meros parásitos que no están a la altura de las circunstancias. Dejen ya de confiar en la política. Nada van a hacer por usted. Dependemos única y exclusivamente de nosotros mismos para salir del pozo en el que otros, ahora convertidos en falsos profetas, nos metieron. Basta ya de hipocresía.

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