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Amando de Miguel

La política admite muchas opiniones

Me sumo a ese plan de austeridad: ¿no podría reducirse drásticamente la flota de coches oficiales y el ejército de escoltas?

Carlos Arbide se plantea la distinción entre liberty y freedom, que existe en inglés y que desaparece en español. Puesto que estamos en Libertad Digital procede desarrollar esa idea. No es solo que liberty proceda del latín y freedom sea una palabra sajona, como sugiera acertadamente don Carlos. Entiendo que liberty alude más bien a las distintas libertades concretas de las personas o los grupos. En cambio, freedom es más bien un término abstracto, filosófico. En español no tenemos esa distinción más que cuando hablamos de la Libertad (a veces con mayúscula) y de las libertades específicas. En cambio, el sustantivo "liberal" fue originariamente español antes que en inglés. En su origen, la "libertad" era la condición del que no era esclavo o no estaba preso. De modo positivo, la libertad es la capacidad para elegir distintas opciones o ser espontáneo. Es el mejor criterio para determinar el progreso. En Londres hay una tienda esplendorosa, Liberty, un prodigio de buen gusto. Se asocia, quizá, con la posibilidad de elegir los artículos que contiene, todos de excelente calidad y de alto precio.

José Ángel Iturriaga y Urbistondo sostiene que "cabildear" (= gestionar con actividad y maña para ganar voluntades en un cuerpo colegiado o corporación) sustituye con ventaja a "presionar" u otras acciones que se refieren a la actividad de los grupos de presión. Añado que "cabildear" procede de "cabildo" (= cuerpo de eclesiásticos) que, a su vez, es una derivación de capitulum o "capítulo", voces igualmente eclesiásticas. Preciso es reconocer que los cabildos eclesiásticos fueron una de las primeras instituciones donde se impuso el sistema de votación y, por tanto, se ejerció la compra de votos. Todavía hoy "cabildear" se refiere más bien a las maniobras electorales, no siempre limpias. Pero los grupos de presión o de influencia están no sólo para comprar votos sino para torcer la capacidad de decisión de los políticos en la dirección de los intereses del grupo correspondiente. En España los grupos de presión más eficaces son los sindicatos. Realmente disponen de una especie de "derecho de veto" no escrito sobre las decisiones que pueda tomar el Gobierno. Es gran paradoja, pero se trata de la mejor aproximación a la ucronía del Estado nacionalsindicalista.

Isaías Díaz comenta que la economía española pierde competitividad porque hay demasiadas fiestas, poco esfuerzo y muchos liberados sindicales. "Cuando los chinos empiecen a fabricar jamones de Jabugo, sabremos que estamos perdidos".

José Antonio Martínez Pons está de acuerdo con la descripción de las universidades españolas como "aparcaderos de jóvenes y de estudiantes mediocres" de las que salen "profesores mediocres". No es de extrañar, entonces, que los ministros y otros altos cargos sean tan incompetentes. Creo que ahí está la clave de que la actual crisis económica sea tan grave en España.

José Mª Navia-Osorio matiza que "la generación mejor preparada de la Historia" (española) es la de los que tienen ahora 30 años. Los siguientes son un desastre, deformados por los programas televisivos como "Gran Hermano". En lo único que nos gana esa generación más joven es que sabe inglés.

Don José Mª comenta el caso del transfuguismo de Benidorm. En su opinión el tránsfuga debe de ser un sinvergüenza, pero tampoco está libre de culpa el PP por haber elegido en sus listas a un tipo como el susodicho trásfuga. Don José Mª considera que la única forma para acabar con la vergüenza del transfuguismo es un sistema de elecciones primarias por distritos con un sistema mayoritario. No soy yo tan optimista. El transfuguismo se deriva de la codicia, es decir, del pecado original, y de la falta de desarrollo político. La democracia en España sigue en estado embrionario.

Don José Mª opina que, frente a la subida de impuestos, el Estado puede no gastarlos en tonterías. Por ejemplo, el de Oviedo propone que se supriman muchos organismos innecesarios: el Senado, los Parlamentos autonómicos, las delegaciones de las autonomías en Madrid o en el extranjero. También pueden suprimirse los gastos derivados de la imposición de las lenguas vernáculas y se podrían retirar casi todas las subvenciones, incluidas las que reciben los partidos políticos y los sindicatos. Igualmente se podrían eliminar algunos ministerios y las falsas ayudas al tercer mundo. Bien podrían dejar de encargarse tantos informes oficiales inútiles. Me sumo a ese plan de austeridad. Añado: ¿no podría reducirse drásticamente la flota de coches oficiales y el ejército de escoltas?

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