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Luis Pazos

La alcahueta de Chávez

Si la OEA estuviera actuando objetivamente y en defensa de valores democráticos, debería condenar públicamente y expulsar de ese organismo a Hugo Chávez.

Durante muchos años la Organización de Estados Americanos (OEA) jugó un papel prudente en los problemas políticos internos de los países iberoamericanos. Pero, de repente su secretario general, el político chileno de izquierdas José Miguel Insulza, decidió intervenir apasionadamente en los asuntos internos de Honduras, convirtiéndose en el paladín del retorno a la presidencia de Manuel Zelaya, quien había sido depuesto por intentar reelegirse, en abierta violación de la Constitución de Honduras.

Insulza, entonces, sin mediar ninguna investigación ni análisis de lo que estaba sucediendo, condenó el hecho y comprometió a los gobernantes de Estados Unidos, México y Brasil, entre otros, en darle trato de jefe de Estado al presidente depuesto. Sabemos que la causa real de toda la tramoya fue quedar bien con Hugo Chávez, pero pocos políticos se atreven a decirlo públicamente, para no echarse encima al "brabucón" rico del barrio.

El ex secretario de Relaciones Exteriores de México, Jorge G. Castañeda, hizo el siguiente comentario: "La Carta Democrática (de la OEA) tiene que aplicarse con todos sus capítulos, a todos los países, en todas las coyunturas. No sólo puede funcionar a favor de los amigos de Chávez cuando los derrocan los malosos..."

Chávez intervino abiertamente en Honduras para apoyar la reelección de quien considera su discípulo, hecho que viola la carta de la OEA, la cual mantiene que "todo Estado tiene derecho a elegir, sin injerencias externas, su sistema político, económico y social, y a organizarse en la forma que más le convenga, y tiene el deber de no intervenir en los asuntos de otro Estado" (Art.3). Más adelante señala que "ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho de intervenir, directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro" (Art. 19).

Si la OEA estuviera actuando objetivamente y en defensa de valores democráticos, debería condenar públicamente y expulsar de ese organismo a Hugo Chávez, por intervenir en los procesos electorales de otros países de la región y descaradamente en el caso de Honduras.

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