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José García Domínguez

Tempestad en el Oasis

Azares de la tangentópolis pujolista, parece que Muñoz junior compartía cuentas secretas en la Isla de Jersey con dos clásicos del catalanismo de guante blanco, Lluís Prenafeta y Macià Alavedra.

Pocos aquí lo saben, pero Santa Coloma de Gramanet resulta casi tan célebre en Japón como la Sagrada Familia de Gaudí. Y es que durante lustros ese desagüe humano de la gran Barcelona sirvió en sus escuelas de arquitectura como modelo canónico de lo que nunca debiera ser una ciudad. Santa Coloma encarnaba para ellos el paradigma de una aberración estética y funcional, la antítesis de cualquier pretensión de racionalidad en el espacio urbano. Notoriedad intercontinental en la que tuvo bastante que ver cierto Blas Muñoz, alcalde franquista de la plaza y padre de su actual heredero en el cargo, ese Bartomeu Muñoz, socialista de toda la vida, que acaba de empitonar Garzón bajo los cargos de corrupción inmobiliaria y blanqueo de capitales.

Azares de la tangentópolis pujolista, parece que Muñoz junior compartía cuentas secretas en la Isla de Jersey con dos clásicos del catalanismo de guante blanco, Lluís Prenafeta y Macià Alavedra. Prenafeta, durante años la mano derecha de Jordi Pujol, no sólo es el Rasputín provinciano de cuyo entorno surgió la campaña difamatoria contra Pasqual Maragall por su pretendido alcoholismo. Cabeza visible del "sector negocios" de Convergencia y tutor empresarial tanto de un bisoño Artur Mas como de la prole del matrimonio Pujol-Ferrusola, no hubo asunto turbio en la Barcelona finisecular donde no emergiera su rechoncha nariz. Al punto de que acabaría asociándose con Juan Piqué Vidal, abogado personal de Pujol y compinche del juez Estivill en aquella banda mafiosa que extorsionaba a empresarios a cambio de "protección" judicial.

Íntimo de todos ellos era el tercero en discordia, Macià Alavedra, quien, siendo consejero de Economía de la Generalidad, no se privaría de comparecer en algunas reuniones de Estivill con sus víctimas a fin de "asesorarlas". El mismo Alavedra que después rogó clemencia al juez para que no condenase a John Rosillo, un estafador internacional que más tarde aparecería muerto en un hotel de Panamá. Dueño aparente de Kepro, la empresa promotora de Diagonal Mar, una de las mayores operaciones urbanísticas de la historia de Barcelona, Rosillo utilizaba a un deficiente mental como testaferro, un pobre hombre al que descubrió mendigando en el Turó Park, el jardín que oxigena la zona alta de la ciudad.

Consumado el gran negocio, trató de deshacerse de él enviándolo a Venezuela cargado de joyas y ostentosamente vestido con ropas de marca. Pero, de milagro, consiguió retornar vivo a España. Luego, llegado el asunto a la Justicia, aparecería raudo el consejero Macià para compadecerse de... Rosillo. Al tiempo, y sin duda por casualidad, todas las salas de la inmobiliaria Kepro lucían adornadas con carísimos cuadros de la pintora Doris Malfeito, legítima esposa del mismo Macià. "Oasis" se llama la figura.

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