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Guillermo Dupuy

Lo que Zapatero debe a Rajoy

Un gobernante que inspira poca o ninguna confianza al 72,3% de los encuestados suele ser alguien con una carrera política acabada. Salvo que tenga enfrente a un líder de la oposición que inspira poca o ninguna confianza al 80,2% de los encuestados.

Por mucho que el último barómetro del CIS otorgue al PP una ventaja de algo más de tres puntos sobre el PSOE en intención de voto, creo que es Rajoy quien tiene mucho más de qué preocuparse. Algunos se preguntarán, para empezar, cómo es posible que "con la que está cayendo" el PP no despegue claramente en las encuestas y que incluso siga ligeramente por detrás del PSOE cuando sumamos intención de voto y simpatía. El caso, sin embargo, es que los encuestados –por lo menos en lo que se refiere a la situación política y económica de nuestro país– son perfectamente conscientes de "la que está cayendo". Nada menos que el 71,2% de ellos consideran que la situación económica en la que estamos es mala o muy mala. A eso hay que sumar que un porcentaje similar considera que el año que viene la situación va a ser igual o incluso peor. En este sentido, la estrategia socialista consistente en negar la gravedad de la crisis, aventurar una pronta recuperación o culpar de la misma al exterior ha fracasado estrepitosamente. Así lo demuestra también el hecho de que el 70% de los encuestados considera que la política del Gobierno en relación con la economía es mala o muy mala.

Para un observador extranjero un político que, como Zapatero, inspira poca o ninguna confianza al 72,3% de los encuestados es alguien con una carrera política acabada. Sin embargo esto no es así porque Zapatero tiene enfrente a un líder de la oposición que inspira poca o ninguna confianza nada menos que al 80,2% de los encuestados. Si la gestión del Gobierno en general es valorada como mala o muy mala por el 46,6% de los encuestados, la actuación del PP en la oposición es criticada en estos mismos términos por el 53,4%.

A todo esto hay que añadir que el sondeo se ha celebrado antes de que Rajoy dejara en evidencia su incapacidad para hacer frente a la cacería del Gürtel, con una actuación que no ha contentado ni a quienes querían que raudamente cortara cabezas a diestro y siniestro ni a quienes pretendíamos que saliera en defensa de aquellos de cuya honradez la justicia no tiene motivo alguno para dudar.

De todo ello podemos y debemos extraer varias conclusiones. La primera es que la poca estimación que está teniendo Rajoy entre sus propios votantes no se está traduciendo –todo lo contrario– en una mejor valoración por parte de los votantes de otros partidos. Contraponer estrategia de captación de votos a los principios del partido y creer que un perfil bajo de oposición hace al PP más "simpático" al electorado indeciso es un error que en este sondeo se puede nuevamente constatar.

Así mismo, podemos sacar la conclusión de que centrar toda la oposición a la cuestión de la situación económica es un error; más aun cuando en este terreno no se ofrece un programa claramente visible y alternativo, lo cual despierta –eso sí– las suspicacias entre el electorado. Aunque los encuestados vean ligeramente mejor al PP cómo gestor económico, la diferencia a su favor es simplemente ridícula y bien se puede deber más al recuerdo de lo que en este terreno fueron los gobiernos de Aznar que a la confianza que ahora despierta la oferta de Rajoy.

Se podrá decir que los encuestados sí muestran inconsciencia en torno a los problemas de desvertebración que está padeciendo España por culpa de las cesiones a los nacionalistas, problema éste que no figura en la lista de los más preocupantes. Sin embargo si esto es así entre unos encuestados que mayoritariamente no tienen por los nacionalistas simpatía alguna, es porque en este terreno el PP ha puesto sordina para no arriesgar futuras alianzas. Este asunto que bien podría hacer al PP despegar en las encuestas no está, sin embargo, siendo explotado por Rajoy, lo cual, además de una irresponsabilidad, es una mala apuesta electoral. Y es que la propia estrategia del PP de no desairar a los nacionalistas es la que le está condenando a necesitarlos.

A estas alturas no vamos a descubrir que Rajoy no es precisamente un Hernán Cortés dispuesto a quemar sus naves en pro de la victoria. Pero es que ni siquiera es capaz de sacar tajada de una situación en la que el electorado es muy consciente y crítico con lo que está pasando. El resultado de todo ello –y ese es otro de los datos ciertamente significativos y preocupantes del sondeo– es que los encuestados consideran a "la clase política y los partidos políticos" como uno de los principales problemas de nuestro país, por encima incluso al que supone el terrorismo. Y es que cuando quienes tienen que aportar soluciones son vistos como parte del problema, todo es posible. Incluso que Zapatero tenga mucho que deber a Rajoy.

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